Sunday, July 15, 2007

Si lo leen todo les disparo una caguama...

Bar turbulento, de Corcobado
Mi alma está grapada en la pared de un sucio bar. Mi alma es un poster de una chica fea, desnuda en la pared de un bar. Mi alma tiene la fecha de caducidad tan próxima como la suciedad de este bar, de este turbulento bar.


¿Y a ti qué te pasa? Nada (ella el trabajo el trabajo ella), no, nada. Pinches jóvenes siempre traen pedos; yo ya soy como sicoanalista, vienen y me cuentan… Pero no le conté nada así que preguntó: ¿y qué piensas de estos tiempos?

Pues que estaban de la chingada; como lo estaba también que me llenara de saliva cada que abría la boca. Dejé que me siguiera rociando porque empezó a contar la historia de cómo se estaba acostando con la esposa de un gobernador. Interesante, cruel, karma. Sacó fotos y sí, jaja, o era una doble o realmente era la esposa del gober.

Dos caguamas después Federico me babeaba el otro lado de mi cara ahora con su pasado. Fue pintor, rockero y en sus tiempos un ácido y una mujer eran suficientes para ponerle un disfraz de súper héroe con el que devoraba la noche a bordo de su fedemóvil, un mustang no sé qué. Led Zep adornaba su putamadre qué tiempos, pero sobre todo nuestro zigzagueo. De pronto un chillido… ella… ella ya me olvidó… extrañaba Corcobado desde la rockola. No quedó más que chillar también.

La banda cerca de la rockola que después se identificaría como el Tata (un clon de Lázaro Cárdenas que decía ‘no, no; si realmente fuera el Tata no hubiera tenido a Cuauhtémoc de hijo’), el Güero (un guey negro negro), un guey, otro guey, otro y yo, formamos entonces un coro en el que de entrada pues ya éramos amigos. Hice cuentas y me faltaban 17 pesos para comprar otra caguama así que doné los diez que me sobraban al Güero y le dije que pusiera algo chido. A los Rolling, ponte a los Rolling le pidió Federico a quien el pasado se le manifestó cuando llegó una anciana, no recuerdo su nombre, con un escote bien mamón.

- La conozco desde que tenía 25 años, fuimos novios. Oye, ven…. Te presento a mi hijo…
- Hola mucho gusto. Sí es tu papá?
- Hola. Sí, es mi papá pero lo acabo de conocer. El muy cabrón me abandonó de pequeño.
- Ah qué hijo de la chingada…
- Cuéntale a mi hijo cómo paseábamos…
- Ah sí, muy bonito auto. Tiene uno ahorita también muy bonito –decía la anciana que salpicaba más saliva que Fede quizá porque no tenía algunos dientes.
- A mí se me hace que es farolón…
- No, sí tiene lana el guey… es más que invite una caguama.

No sé por qué no se me había ocurrido antes. Mi padre que estaba tomando ron le compró entonces una caguama a este su hijo y pidió un vaso para la anciana.

- … ya tienes a tu chica, sólo te falta el ácido, papá.

Led Zep seguía sonando. La cerveza se terminó y mi papá se llevó a la mujer sólo para volver y regañarme. Que sólo se les da un trago y ya. Si quiere más no, que pague ella. Que si con un trago se conforma está bien. Que si le das un trago ella qué te da. Que si dando y dando. Que si a las putas sólo se les compra un trago. Y me agarró la nalga izquierda.

- Epa… qué?
- Te invito otra caguama.

Pensé bueno, si me invita dos tragos pues es que no soy una puta.

- Chido…

Mi papá comenzó a filosofar. Que vivía en San Jerónimo que sus hijas estaban bien guapas y una era chef y vivía en Barcelona casada creo que con un inglés, que él tenía un chofer. Sacó su celular y se engañó a sí mismo simulando que hablaba con alguien.

- Dónde andas cabrón?... ahh bueno… espérate ahí eh… Es mi chofer –dice.
- Y yo soy tu hijo, papá.

Estábamos ya tan ebrios que nos entendíamos perfectamente.

Los Rolling decían que sólo era rock and roll pero que estaba chido, lo cual era una convocatoria urgente a nuestro coro. Y aquí además inauguramos la academia de baile jaggeriano. Cómo bailaba, cómo bailaba? Así, mira… dijo el Tata. No, no, era más bien así…dijo otro guey. No mames estás bien pendejo dijo el Güero. Así. Nel, Güero, así… y me puse las manos en las caderas e hice algo más parecido al paso de una gallina que al paso de Jagger. Tú le haces como gallina, dijo el Güero.

Pedí una botella familiar más, la cual no sabía cómo iba a pagar porque mi papá ya se había ido; pero no podía pensar en eso. Además, si no podía pagar daba lo mismo que fuera una, dos o tres. Iba en dos cuando el Güero aplastó de un puñetazo una cucaracha en la pared y cuando la otra cucaracha, aquella inalámbrica, comenzó a vibrar.

- Qué bueno que llamas. Pasa por mí y paga mi cuenta…

5 años no sé cuántos días y 20 minutos tardó en llegar. Mi mejor amigo de los años maravillosos cuando vivíamos a dos cuadras y yo estaba enamorado de Miriam Cooper desde que la conocí cuando atropellé a su perrito con mi bici que sonaba como moto gracias al frutsi que le instalé en la llanta trasera. El buen Cráneo. La última vez que lo vi fue cuando se casó. Cuando llegó lo presenté con el coro y la academia de baile. Y a aquellos que recién se anexaron a la ahora mini orquesta de rock donde con instrumentos raros y sin haber estudiado tocábamos igualito a Led Zep.

- No seas cabrón-, me dijo uno de los nuevos- cinco años de no ver a tu cuate…. por qué lo citas aquí?

Emparejados a Cráneo y a mí se encontraban ya mis otros carnales: Fredy y el Chinin (un guey lacio, lacio; no, no es cierto). Llegamos al reven de Liz-la-igualita-a-mi-prima. Saludé a gente que no veía hace tiempo. Siguen igualitos, qué milagro, pásame tu mail y todo eso.

Bailaba. No sé qué pero bailaba, señal clara de que estaba mal, realmente mal.

Yo y la bonita. Acompáñame a dejar a mi amigo a su casa y nos vamos a la mía. No, no… me quedo con mis amigos. Qué pendejo, dijeron ellos.

No mames tienes sangre. Veo mi mano. Cómo es ruidosa la sangre, pienso y sí, sangre en mi mano. Es la primera vez que protagonizo una película de Jodorowsky.

Hola hola por qué tan solas? Ellas se asustan. Creo.

Le digo a los policías que soy periodista y que precisamente estoy escribiendo sobre la corrupción. No puedo ni leer sus nombres. Cráneo les da 50 pesos y nos dejan en paz.

San Pascualito Rey. Canto. Fumo. Bebo. Ya no se entiende lo que digo. San Pascualito Rey.

Despierto. Tomo el celular para ver la hora. El día ya está en decadencia. Veo mi mano, es una cortadita apenas. Me reviso los bolsillos tengo tarjetas de gente no sé quiénes son ni recuerdo haber hablado con ellos. Huele a cigarro. Parece casa de secuestradores. Cerveza, sustancias, cigarros todo por todos lados. Falta que en mi embriaguez haya secuestrado a alguien también pero reviso la casa y no. La memoria comienza a dilatarse. Pero se pierde. Veo poco, recuerdo poco. Me doy cuenta que perdí mi ipod. Me duelen mis listas estaban chidas. Y me quedo pensando… en ella en el trabajo… en el trabajo en ella...