Friday, August 29, 2008

Toman Porros C. Vallarta

Luego de la destitución de Briseño como rector de la Universidad de Quillolandia, en un día histórico para esta casa de estudios, un grupo de porros tomó las instalaciones de CV, donde se encuentra instalada esta redacción.
De acuerdo con su líder, Torrente, brazo tonto de un espacio de fotografía, estos porros no devolverán las instalaciones hasta que el nuevo rector interino apruebe lo que el anterior les había prometido: cambio de sexo (pero, como decía su pliego petitorio, entre ellos mismos!).
Elyuki, Torrente, Elyorch y Elperro

Thursday, August 28, 2008

1, 2, 3, 4, 5...

Tengo el efecto cadera juanmillasiano… Desde que escucho música siempre he tenido más empatía por las canciones tristes. No se qué fue primero; no sé si todo este tiempo he escuchado –y además cientos de veces- esas rolas tristes porque estaba triste, o he estado triste porque escuchaba rolas tristes... pero era obvio que cualquiera de las dos opciones terminarían por trastornarme algún día. En fin, dejo esta rola. Está incompleta y termina sin aviso... pero epa, quién no lo está? o quién no termina así? está incompleta, termina sin aviso; y tampoco es mi culpa, ni de Cody Chesnutt.



El Efecto Cadera, por Juan José Millás

Nuestra abuela se rompió una cadera al caerse. Eso es lo que creíamos nosotros pero llegó el médico y dijo que había sucedido justamente lo contrario: se había caído al rompérsele una cadera. Las relaciones causa-efecto son engañosas. Basta cambiar el orden de los hechos para que la realidad se ponga patas arriba. Mi abuela estaba de pie, frente a su tocador. Entonces, el peso de su cuerpo quebró un hueso y la pobre fue a parar al suelo. Ahora bien, si uno se encuentra a su abuela en el suelo, con la cadera rota, lo único que piensa es que la caída ha sido la causante de la rotura y no al revés.

Seguramente, la vida diaria está llena de pequeños acontecimientos cuyos efectos se confunden con sus causas. El médico nos explicó que los ancianos tienen la cadera de cristal, de modo que no es raro que se les rompa por el simple hecho de permanecer de pie. Lo de la cadera de cristal me llamó la atención. Mi abuela se había ido convirtiendo en una anciana translúcida. Yo la había comparado muchas veces con un conjunto de varillas de vidrio. Daba miedo trasladarla de la cama al sofá, por si se "rompía". Nunca pensé que lo de "romperse" fuera algo más que una imagen.

Y se murió a causa de la rotura, si el médico no dice lo contrario. Cuando volvíamos de enterrarla, pensé que me había dado la mejor lección de filosofía de mi vida. A partir de la cadera de mi abuela me acostumbré a ponerlo todo en cuestión. ¿Estaba triste porque me había abandonado mi mujer o mi mujer me había abandonado porque estaba triste? El "efecto cadera" guarda alguna relación con el "círculo vicioso", pero son cosas diferentes. Lo importante del efecto cadera es que comporta un error de percepción: una ilusión óptica. Las cosas suceden en el orden contrario al que tú las aprecias.

Los seres humanos estamos acostumbrados a que las cosas ocurran unas después de otras. Toda nuestra cultura está montada sobre esa idea que se va al carajo cuando a tu abuela se le rompe una cadera y va a dar al suelo con sus huesos. Ese día, como si dijéramos, pierdes la inocencia. Empiezas a dudar de todo. ¿Y si las cosas no sucedieran unas detrás de otras o no al menos en el orden que nos dicen? Un día, en el colegio, me preguntaron el alfabeto y lo recité al revés porque tenía una suerte de dislexia que me obligaba a estudiar de atrás hacia delante. No me comí una sola letra, pero el profesor me puso un cero por introducir en la clase una cantidad de desorden que él consideró excesiva. La educación no sólo consiste en aprender cosas, sino en colocarlas en fila. Primero las más altas y después las más bajas, o al revés. Yo, pese a mi dislexia incipiente, habría sido un tipo normal de no ser por la cadera de mi abuela, que me convirtió en un individuo desconfiado. Que en paz descanse.

Tuesday, August 19, 2008

Ligero de equipaje...

Una vez, durante tres meses o poco más, no me miré al espejo. Viajaba con un cuaderno una navaja una mochila verde un pantalón café unas botas del mismo color y algunos años. Hoy vi por fin Into the Wild; ayer recordaba las mandalas que me enseñó a hacer Kevin que le rescataron de ser yonqui y a mí, entre otras cosas, de sólo creer en absolutos, pero que a ambos nos enseñó a viajar sobreviviendo de alpaca pinchazos en las yemas y lapislázuli y granate, mis piedras favoritas.
Y de pronto los asuntos del tema de viajar coinciden de nuevo. He vuelto a recordar entonces que en el fondo somos viajeros de tiempo completo aunque llevemos mil años viviendo en el mismo sitio: viajamos ya porque sólo estamos aquí un rato y no más.
Hoy recuerdo también las caras que conocí. Personas que observé, que realmente observé... adornados por lagos árboles carreteras puestas de sol arenas mares... que observé y que con una mirada quedaba todo tan claro.
Y recordé las carcajadas sobre cosas simples como no poder pronunciar correctamente una palabra en otro idioma. Y cómo la vida se hacía más sencilla divertida y compartida a medida que el dinero se acababa. Recordé ese radarcito de intuición bien colocado que en apenas segundos me indicaba con quién sí o con quién no (aunque radica más en la observación que en un asunto de sensibilidad).
En Into the Wild hay una frase: la felicidad sólo existe cuando es compartida con la gente que quieres. Y se me quedó prendida.
Aquella vez, cuando por fin volví de ese viaje, al salir de tomar un baño en la casa de mis padres estuve de nuevo frente a un espejo. Un accidente. Fue rara la sensación de verme de nuevo. Ya ni recordaba, de verdad, cómo era mi cara. Fue pocamadre. Me veía y pensaba en cómo la gente que había conocido me había observado también sin mirar mi rostro. Desde entonces llevo, claro, años viéndome al espejo. Y años sin observar, simplemente viendo caras.
Hoy de nuevo ya no hay espejos y me veo; no hay viajes programados y viajo. Y tengo una brisa de felicidad por quitarme una venda de los ojos -hecha de mentiras-, pero sobre todo por volver a recordar que las cosas sencillas son las más bellas (la belleza es verdad; la verdad, belleza; y todo eso es sencillo); y que aún estando divididos por una carreterita por vivir en una ciudad que no es la mía, le llega a la gente querida que nunca olvido...
A recordar viajar, a viajar a viajar, estemos donde estemos.

Mandalita...

Este es tu lugar principal. Hay cuatro elementos: fuegotierraaireagua. Esos cuatro elementos combinados con un dios o con lo que crees, forman planetas. Los planetas comienzan a girar y rodean a un mundo. Y ahí estás. Apareces en el mundo y caminas por distintos caminos y tomas todo lo que necesitas para sobrevivir lospeceselagualasplantas. Sigues caminando pero tu vida llega a una rueda...a veces estás arriba a veces estás abajo...pero sigues caminando hasta que llegas al conocimiento de las dualidades, que una cosa no puede existir sin la otra, que existen porque existen al mismo tiempo: la felicidadlatristezalobuenolomaloloverdaderolofalso...lavidalamuerte. Con eso sabes de la verdad y bebes de su taza y transformas lo de adentro en una mariposa que vuela sobre los cuatro elementos que sabe de lo que crees, de los planetas, del mundo, de que ahí estás; que ve todos los caminos al mismo tiempo, que sabe de la rueda, de la verdad... y que sabe que siempre regresamos a donde comenzamos.

Cuentito de Kevinman que aún me explica los porqués de los porqués... cómo está la vida, loco?