La nota es vieja, no había leído esta versión.
Dos muertos en el congelador
ENRIQUE SERBETO. BRUSELAS
Con la mejor intención, la invitada a la cena se dispuso a recoger los platos y a guardar los restos de comida aprovechables en el congelador. Al fin y al cabo, puesto que el anfitrión está solo en la casa, en ausencia precisamente de su esposa, creyó que le hacía un favor. Pero en lugar de eso la compasiva invitada se llevó una sorpresa de aúpa (la sorpresa de aúpa es algo más fuerte): la esposa en cuestión estaba muerta, dentro del congelador.
La historia es de las que dejan sin respiración a los belgas (sólo a los belgas porque a los mexicanos, a los portugueses o a los rusos esto ya no nos impresiona), que aunque viven en un apacible país cada vez que aparecen en las páginas de sucesos es porque ha sucedido un crimen de lo más extraño. Éste, uno más de los que pueden ponerse en la lamentable clasificación de violencia doméstica, fue descubierto el martes por la noche en la localidad de Verviers, al este de Bruselas, cerca de la confluencia de las fronteras con Holanda y Alemania. Según las últimas revelaciones, la esposa, Chantal, de 46 años, estaba muerta desde el mes de abril. No se ha aclarado todavía qué sucedió exactamente con el hijo de ella, Bryan, de 12 años, cuyo cadáver apareció también en el arcón congelador.
El principal sospechoso -de hecho ya ha empezado a confesar a la Policía- es Didier Charron, de 42 años, que ya era conocido en la comisaría de Verviers por su tendencia a las discusiones violentas con su esposa. El 12 de septiembre del año pasado ya había sido amonestado por el juez por ello. Ahora dice que se trató de una discusión «que se le fue de las manos» y acabó cosiendo a cuchilladas a su esposa y no se sabe si antes o después de hacer lo mismo con el hijo de ésta, que vivía con el nuevo matrimonio.
La invitada que descubrió los cadáveres tuvo la sangre fría de hacer como si no hubiera visto nada, acabar de recoger la mesa y despedirse de Didier con una excusa banal. El objetivo era acudir a la Policía antes de que éste pudiera sospechar nada.
Dicho y hecho, la invitada acudió a la Policía federal, les contó a los agentes lo que había visto y éstos se personaron inmediatamente en la casa. La sorpresa fue que no había solo un cadáver, sino dos. ¿Que pensaba hacer el asesino con ellos? Si los tenía allí desde el mes de abril significa que probablemente no había pensado en nada, excepto en seguir disimulando sobre la ausencia de su esposa y su hijo, hasta que tal vez el vecindario se olvidara de ellos. Ahora ya sabe que el congelador no es buen sitio para esconder cadáveres.
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Este final merece punto y aparte. Parece la última frase de algún cómic de súper héroes: "Ahora este malhechor ya sabe que el congelador no es buen sitio para esconder cadáveres -y aquí la risa jocosa del narrador- jojojo".
O así: "Ahora este rufián ya sabe que el congelador no es buen sitio para esconder cadáveres... y así, una vez más, el día está a salvo gracias a.... Las chicas superpoderosas". Neta, esta última línea está súper rara. Porque para empezar, el rollo no fue esconderlos en el refri sino invitar a alguien a cenar, no? Y el reportero, en el fondo y por ese tono de sarcasmo en esta última línea, parece haber disfrutado el cubrir y escribir esta nota; disfrutó esa pequeña burla; o ¿qué es eso de 'Ahora ya sabe que el congelador no es buen sitio para esconder cadáveres', un chiste o qué? El reportero es un sádico. Un sádico de aúpa.
Y bueno, sobre esta historia comparada a El corazón delator de Poe, la mejor versión se la llevó aquella de El País, empezando por el encabezado: El asesino que deseaba ser descubierto. Eso fue precisamente: en el fondo este belga quería ser atrapado y silenciosamente pedía que lo descubrieran; quizá era obligado por algún corazón delator, el de su mujer o el del hijo de ella... o peor aún, por los de ambos.