Con aviso a Ceci, un mail que envió hace unos días:
De mis clases de física prácticamente no recuerdo nada, pero cuando veo cómo mis zapatos favoritos se han puesto viejos, la ley de fricción- ¿es que realmente es ley?- viene a mi mente con pizarrón, gis y borrador, acompañando a un viejo discurso de un ahora también anciano maestro.
Si no existiera fricción, ni la ropa ni los zapatos se pondrían viejos nunca; y seguramente no habría choques automovilísticos jamás, ni siquiera coches. Y mientras algunos asombrados empezábamos a imaginar cómo sería ese mundo físicamente perfecto, la voz del profesor interrumpía, o mejor dicho, el gis sobre la pizarra hacía una intempestiva y rechinante pausa. Por fortuna es imposible, decía, las leyes de la física lo impiden, específicamente la de la fricción porque hace que dos cuerpos sólidos se desplacen uno sobre el otro; si no pudieran rozarse nunca ni siquiera podría escribir esto ahora en la pizarra, no habría modo de hacerlo, nuestros zapatos nunca se harían viejos porque ni siquiera podríamos caminar: no habría roce entre los cuerpos.
Así que, hoy que vi el desgaste de mis zapatos favoritos regresó la imagen del maestro ejemplificando una fricción que siempre quise no tuviera lógica, pero al frotar mis frías manos, la fricción volvió a darles calor.
Y friccionando mi memoria y mis zapatos he pensado en muchos de ustedes. En los roces cálidos o bruscos que tuvimos o no durante este 2007 ya casi terminado por la fricción de esos días que se rozaron el uno con el otro 365 veces. Ciertamente esa fricción le dio sentido a la vida de este año agónico, aunque hasta la fecha no logre entender por qué esa misma ley física tiene tan mala partida entre los hombres, que no sólo nos rozamos y desgastamos, sino que hacemos todo con tal de aniquilarnos y demostrar que un cuerpo es más fuerte que el otro gracias a leyes físicas que hacen que no sólo zapatos se hagan viejos.
Si hablo de mis zapatos que se pusieron viejos, fue porque los vi esta mañana leyendo los periódicos que rehacían la muerte de Benazir Buttho en Pakistán- digo que rehacían porque parece que cada encabezado la mata una y otra vez, pero por cierto ¿quién era ella antes de su asesinato?- tuve que bajar la mirada para ver que nada es por siempre, ni los años, ni las vidas, ni los zapatos por añadidura, entonces quise creer que la fricción entre hombres tan poco será eterna, que los desgastes no tendrán que dañar tanto para dar prueba de la efectividad de las leyes de la física.
Por ello, fricciono mis dedos contra el teclado una vez más para desearles que el siguiente sea un año de menos física y más química entre hombres que puedan lograr una mejor alquimia entre ellos, entre nosotros, y que fijen proyectos claros para sus vidas, que nunca claudiquen en lo que dicen creer, y si no hay manera de claudicar en lo que no existe, entonces que busquen en qué creer.
A muchos de ustedes los aprecio mucho, es más, hasta los quiero, a otros ni los conozco personalmente, pero eso sí, todos tenemos algo en común: un correo electrónico que compartimos y que hoy tendrá la oportunidad de que dos cuerpos se unan gracias a fórmulas que ni quiero conocer.
Feliz 2008
p-d con cariño para los que no vieron el primer amanecer del 2008, los vamos a llevar en el corazón siempre. Hasta siempre, Ponchito.
De mis clases de física prácticamente no recuerdo nada, pero cuando veo cómo mis zapatos favoritos se han puesto viejos, la ley de fricción- ¿es que realmente es ley?- viene a mi mente con pizarrón, gis y borrador, acompañando a un viejo discurso de un ahora también anciano maestro.
Si no existiera fricción, ni la ropa ni los zapatos se pondrían viejos nunca; y seguramente no habría choques automovilísticos jamás, ni siquiera coches. Y mientras algunos asombrados empezábamos a imaginar cómo sería ese mundo físicamente perfecto, la voz del profesor interrumpía, o mejor dicho, el gis sobre la pizarra hacía una intempestiva y rechinante pausa. Por fortuna es imposible, decía, las leyes de la física lo impiden, específicamente la de la fricción porque hace que dos cuerpos sólidos se desplacen uno sobre el otro; si no pudieran rozarse nunca ni siquiera podría escribir esto ahora en la pizarra, no habría modo de hacerlo, nuestros zapatos nunca se harían viejos porque ni siquiera podríamos caminar: no habría roce entre los cuerpos.
Así que, hoy que vi el desgaste de mis zapatos favoritos regresó la imagen del maestro ejemplificando una fricción que siempre quise no tuviera lógica, pero al frotar mis frías manos, la fricción volvió a darles calor.
Y friccionando mi memoria y mis zapatos he pensado en muchos de ustedes. En los roces cálidos o bruscos que tuvimos o no durante este 2007 ya casi terminado por la fricción de esos días que se rozaron el uno con el otro 365 veces. Ciertamente esa fricción le dio sentido a la vida de este año agónico, aunque hasta la fecha no logre entender por qué esa misma ley física tiene tan mala partida entre los hombres, que no sólo nos rozamos y desgastamos, sino que hacemos todo con tal de aniquilarnos y demostrar que un cuerpo es más fuerte que el otro gracias a leyes físicas que hacen que no sólo zapatos se hagan viejos.
Si hablo de mis zapatos que se pusieron viejos, fue porque los vi esta mañana leyendo los periódicos que rehacían la muerte de Benazir Buttho en Pakistán- digo que rehacían porque parece que cada encabezado la mata una y otra vez, pero por cierto ¿quién era ella antes de su asesinato?- tuve que bajar la mirada para ver que nada es por siempre, ni los años, ni las vidas, ni los zapatos por añadidura, entonces quise creer que la fricción entre hombres tan poco será eterna, que los desgastes no tendrán que dañar tanto para dar prueba de la efectividad de las leyes de la física.
Por ello, fricciono mis dedos contra el teclado una vez más para desearles que el siguiente sea un año de menos física y más química entre hombres que puedan lograr una mejor alquimia entre ellos, entre nosotros, y que fijen proyectos claros para sus vidas, que nunca claudiquen en lo que dicen creer, y si no hay manera de claudicar en lo que no existe, entonces que busquen en qué creer.
A muchos de ustedes los aprecio mucho, es más, hasta los quiero, a otros ni los conozco personalmente, pero eso sí, todos tenemos algo en común: un correo electrónico que compartimos y que hoy tendrá la oportunidad de que dos cuerpos se unan gracias a fórmulas que ni quiero conocer.
Feliz 2008
p-d con cariño para los que no vieron el primer amanecer del 2008, los vamos a llevar en el corazón siempre. Hasta siempre, Ponchito.