Afuera hay un viento loco que esta tarde en la Portales ha matado a un tipo que iba manejando, tirándole a su paso un árbol encima.
Hay de vientos a vientos. Tenemos vientos asesinos como el de este día oscuro y de relámpagos... y tenemos aquellos como el que alguna vez le mandé en un mensaje de madrugada. Ese era un viento loco que me empujaba, hubo testigos, me empujaba no sabía a dónde…
Hasta que me di cuenta. Sin saberlo entonces, ese viento loco me ha depositado en la puerta de su ombligo y en este presente donde no hago otra cosa que pensarla; ni otra cosa que pensar en comprar cosas color verde –su favorito-... y esperarla aquí sentado con un ramo de árboles de bosque de Bob Ross (de arbustitos y soles felices) que no caen…
Hay de vientos a vientos, también dice ella. “A mí me recuerda aquél de un cuento que -precisamente- se llama ‘El viento loco’ que cambiaba los accesorios de las personas y al final se invertían, la gorra del policía, el chupón del bebé, el sombrero de la señora, el antifaz del ladrón, de tal forma que al poli le quedaba el antifaz del ladrón. Te suena? jaja”.
Ahora con ese viento loco que empuja, pero sobre todo con ella que atrae, no me queda más que sonreír… con perdón del hombre que manejaba en la Portales.
Hay de vientos a vientos. Tenemos vientos asesinos como el de este día oscuro y de relámpagos... y tenemos aquellos como el que alguna vez le mandé en un mensaje de madrugada. Ese era un viento loco que me empujaba, hubo testigos, me empujaba no sabía a dónde…
Hasta que me di cuenta. Sin saberlo entonces, ese viento loco me ha depositado en la puerta de su ombligo y en este presente donde no hago otra cosa que pensarla; ni otra cosa que pensar en comprar cosas color verde –su favorito-... y esperarla aquí sentado con un ramo de árboles de bosque de Bob Ross (de arbustitos y soles felices) que no caen…
Hay de vientos a vientos, también dice ella. “A mí me recuerda aquél de un cuento que -precisamente- se llama ‘El viento loco’ que cambiaba los accesorios de las personas y al final se invertían, la gorra del policía, el chupón del bebé, el sombrero de la señora, el antifaz del ladrón, de tal forma que al poli le quedaba el antifaz del ladrón. Te suena? jaja”.
Ahora con ese viento loco que empuja, pero sobre todo con ella que atrae, no me queda más que sonreír… con perdón del hombre que manejaba en la Portales.