Monday, August 17, 2009

Jack tenía razón, versión Boris Laraña (o ése bar se llama Caborca, y de lo que pasó en Caborca no se habla)...

Hoy se iba a publicar el Top 5 de cosas ojetes que me han pasado en 15 días, acomodado en orden de importancia, junto con el Top 5 de cosas chidas que me han pasado en 15 días acomodado en orden aleatorio.
Al terminar concluí que las listas contenían exactamete lo mismo, así que no merece la pena quitarles tiempo con dos enumeraciones que juntas significan 'así es'; o quizá menos zen, 'es lo que hay'.
Así que les dejo un texto chido de otro de los miembros del staff de Los Médula, o bien, otro doppelgänger. Un texto además chingón porque representa que seguimos conectados; porque por eso la banda es la banda; porque aunque suene derrotista al mismo tiempo es chido, como mi Top 5. Y porque nos dice que existen más planetas que giran en sentido contrario y está bien y así es y es lo que hay... Que siga igual el WASP-17 ("uno de los planetas más extraños del que se tenga conocimiento") del cual sólo me conmueve que le hayan encontrado... y no que gire como debe...

Jack tenía razón, versión Boris La Araña (o ése bar se llama Caborca, y de lo que pasó en Caborca no se habla)...
Por Boris, La Araña Marciana...
No sé si ustedes sepan, pero les hago saber que existe un lugar que se llama Caborca. Existen varias versiones de lo que pasó allá, que son como leyendas urbanas contadas de boca en boca. Bueno, pues de “eso”, “de lo que pasó en Caborca”, no'más no se habla. Si hablas de eso, se te puede hacer la boca chicharrón, se te puede secar la mano, o hay incluso a quienes (se dice, nada nos consta) que hasta se les ha caído el pajarito en pedazos.
El otro día andábamos la pura y mera bandera maciza rolando por el centro. No el centro bonito remodelado por las manos del todopoderosodueñodeMéxico Slim, sino esa partecita del centro donde acaba el primer cuadro para dar paso a lo menospior del tercer mundo. (Hasta eso no está tan feo el lugar, te hace sentir como en casa. ¡Ah!, se me olvidaba que vivo en el tercer culo del mundo, bueno, como sea...) O sea, estábamos chupando ahí donde no llegan todavía los BoBos y la gente “con ondita” a asentarse, a hacer “perfomance” en las banquetas y a correr a los rucoschelerosbuenpedoquejuegandominó que sólo quieren embriagarse de manera barata (como nosotros).
Ese lugar donde no encuentras intelectuales, artistas, escritores, “gente bohemia en busca de nuevas experiencias” o cualquier mamada por el estilo. Ese lugar donde más bien está toda la banda que sale de las escuelas públicas de sus alrededores, donde echan el trago la banda que trabaja en las refaccionarias aledañas y donde acaban los ruquitos que hablan de fútbol y amores añejos cada que beben.
A ese lugar le vamos a decir “el Caborca”.
El Caborca es un pequeño bar ubicado en alguna parte de la maravillosa Ciudad de México. Lo atienden dos “Dones” (o sea, el plural de “Don”), que bien podrían ser sus mismos clientes. Ya saben, dos ñores que ya pasan de los 60 y que le caerían a la cantina a beber unas Gracielas bien muertas, barato, después de la chamba, un viernes. (Así, con comas y qué). Uno es el dueño y el otro es el barman. Su chamba (y su beneficio social en este mundo) es embriagarte, chamba que hacen con bastante esmero y que saben hacer muy bien.
El Caborca bien podría ser atendido por meseras güeras que le van al América, pero en realidad su tamaño es el adecuado para que un solo tipo despache todo el lugar.
El Caborca es un barcito en el que los BoBos antes mencionados dirían cosas como “está pintoresco el lugar, parece locación de Buñuel”, “no mam's goeeeeeeey, el lugar está irreaaaal...” o “esto es increíble, pero no me acaba de encantar, ¿sabes? Le falta onda...”.
Para aseverar esto tengo varias razones. La primera, es que el baño es como el de la serie Ally McBeal. Un baño unisex que además está bien cábula, porque nunca se es capaz de distinguir si las chicas se cohíben por estar frente a los mingitorios, o a los cabrones se les encoje cuando las féminas se lavan las manos (en el lavabo junto a los mingitorios). Por cierto, siempre hay agua, jabón y papel. Me cae que para ser cantina, el baño sobrepasa cualquier espectativa. Hasta el retrete tiene asiento.
Otra es que no hay rocola, ni música en vivo. Ustedes dirán que una cantina sin rocola, es casi casi como una mentada de madre. ¡Pues no!, los dones que atienden gozan de un muy saludable gusto ecléctico y cada hora van sintonizando una estación diferente en la radio. Por eso en el Caborca, lo mismo suenan los Stones en Universal Stereo, que Valentín Elizalde en la Z o que Miles Davis en Horizonte. Una medida que es pura, absoluta y total democracia. Todos oyen música, de todos géneros y nadie la hace de pedo porque todos están contentos. Se complace cualquier gusto. Además, así no hay quien se amachine con la rocola poniendo “puras baladas pop que no vale la pena recordar” o cualquier otra madre. Además, con la música gratis, sale el varo de otra ronda.
Y la mejor todas mis razones para ir ahí con mis amigos, es que el Caborca, no es una pinche sucursal de la Condechi. Bebes barato sin molestas interrupciones. El Caborca no sale reseñado en revistas como Chilango. Nadie va a hacer performance, ni te ve feo si te cagas de la risa.
En resumen, el Caborca nos pertenece. Nos pertenece a nosotros y no a ustedes BoBos.
El otro día que fui al Caborca a chupar con mis valedores, se me salió un pedo enorme al ver que la mesa de enfrente a nosotros tenía a puros “güeyes alternativos” chupando. Sin embargo, con el paso de la noche nos dimos cuenta que sólo eran transeúntes liderados por una malcogida despechada que quería hacerse pasar por lesbiana.
Ese mismo día también terminamos chupando allí con una buena amiga que es Condechi pero que lo niega siempre y dos valedoras de ella. Creo que entienden todo lo que esto conlleva. Por eso, espero que a raíz de esto, no se corra la voz de que el Caborca tiene nombre y dirección. No quiero encontrarme a nadie de la chamba chupando ahí. (Sí, trabajo en un lugar y una industria infestada de BoBos). Recordemos que de lo que pasó en Caborca no se habla.
El término BoBos, fue acuñado por el periodista David Brooks en su libro “BoBos en el paraíso”. La palabra BoBo deriva de Burgoise Bohemians. En español, burgueses bohemios. Término que busca resumir las aspiraciones de una generación criada en la prosperidad buscando la espontaneidad de “las tendencias alternativas”. En otras palabras, niños ricos “con ondita”.
Más allá del tan internacional término, ser un bobo, de donde yo vengo, significa ser un pendejo.
Escribo esto para que sepan toda esa bola de pendejos, bueno, de BoBos, que no nos han ganado, que no nos han corrido de nuestros bares, que seguiremos bebiendo en las cloacas si es necesario. (Aquí me siento Winston Churchil antes de que empiece la rolota de Aces High de Iron Maiden). Escribo esto para que se enteren que existe un lugar que no les pertenece. (Eso si algún BoBo lee este blog, que no creo). Escribo esto para hacerles saber que cuando ellos lleguen al Caborca, nosotros ya nos habremos ido.
Escribo esto porque yo soy un BaHoBab (así como los árboles de los que se habla en El Principito), que es un término que no significa ni madres en siglas, pero que tiene un significado tan profundo como las raíces de esos árboles. Significa que de aquí somos, que de aquí son nuestras raíces y que jamás nos van a arrancar. Recuerden que como dice esa obra de teatro, los árboles mueren de pie. Y también recuerden que si nos arrancan de nuestro lugar, dejaremos semillas dispersas en nuestra tierra y también habrá semillas que se lleve el viento para brotar en algún otro lugar.
Es aquí donde cabe hacer mención que el crédito de llamar “el Caborca” al cabrorca, es cortesía de Josué Josué Príncipe del Rock 'n' Roll. Porque la promesa de no decirle a nadie que existe ese lugar, para que se quede con nosotros, está hecha. Porque ese bar es una leyenda y porque de lo que pasó en Cabroca... no se habla.