Esta mañana además del Cocteleitor (con el que Mr. Bestia me hizo recordar otros espejos como aquellos que tienen qué ver con el Esperpento) he leído la primer entrega de una columna publicada en el periódico de la Universidad Andrés Bello. Y eso que al autor no le agrada el rollo político. Bueno, esto lo escribió el que ahora llamo Montxo Oppenheimer:
Menos permeable aún que la frontera entre los sueños y la realidad, resulta la muralla levantada por el gobierno de Estados Unidos entre sus límites con México.. Desde que se construyó el Muro de la Vergüenza en 2006, el sueño americano es algo cada vez más difícil de materializar para los miles de latinoamericanos que intentan cambiar su jornada laboral diaria, por un mínimo de seis dólares la hora.
Hoy, George Bush, Condoleeza Rice y sus políticas antimigración, pueden sentirse orgullosos por una razón simple: en los últimos tres años, la afluencia de inmigrantes ilegales latinos se ha reducido casi en un 40%. Aunque esto, lo que en una cara de la moneda se ve como una victoria para el gobierno republicano, puede verse como una derrota desde otra perspectiva. No sólo demuestra que el muro levantado ha cumplido su cometido sino que pone en manifiesto la latente crisis económica que vive Estados Unidos y el mundo entero. La odisea requería una fuerte inversión en la que los trabajadores latinos empeñaban sus bienes para solventar el gasto de los coyotes que los pasaban al otro lado; ese dinero es cada vez más difícil de conseguir.
Explicaciones para este fenómeno pueden ser muchas como lo señala Rakesh Kochhar, investigador de Pew Spanic Center: “la crisis económica que empieza a finales de 2006 tiene un impacto mucho mayor sobre los hogares de migrantes que no son ciudadanos que sobre el resto de la población”. Esto, al parecer, tiene qué ver con que muchos, particularmente los recién llegados, trabajan en sectores específicamente afectados por la crisis económica global, como la construcción, que en los últimos dos años se ha quedado en obra negra; o el campo, que vive su período más árido en los últimos 50 años.
Entre 1998 y 2004, el flujo de inmigrantes indocumentados o ilegales a EEUU, superó por casi el doble a los residentes legales. Lo que representa este dato inútil para los que no pasamos nuestras vidas en la nación de WalMart y Starbuck’s (empresa que también padece una crisis grave), es que durante los primeros años de gobierno del presidente George Bush hijo, la nación norteamericana todavía pintaba en el imaginario colectivo latino como esa tierra de ensueño en la que los dólares emanaban de fuentes de empleo inagotables. Hoy, se han dado cuenta que no es así, que la crisis ha destrozado ese mundo al que era tan difícil acceder y ahora, no vale la pena intentarlo.
El discurso tautológico de la Doctrina Monroe , poco a poco está alcanzando las dimensiones soñadas por los peregrinos ingleses y los fundadores de la, en otros tiempos, potencia mundial número uno. El sueño americano se está convirtiendo en una realidad, y lo único que se necesitaba, era una crisis económica de proporciones mundiales. No más latinos ilegales en Estados Unidos; por fin... una América para los Americanos.
Menos permeable aún que la frontera entre los sueños y la realidad, resulta la muralla levantada por el gobierno de Estados Unidos entre sus límites con México.. Desde que se construyó el Muro de la Vergüenza en 2006, el sueño americano es algo cada vez más difícil de materializar para los miles de latinoamericanos que intentan cambiar su jornada laboral diaria, por un mínimo de seis dólares la hora.
Hoy, George Bush, Condoleeza Rice y sus políticas antimigración, pueden sentirse orgullosos por una razón simple: en los últimos tres años, la afluencia de inmigrantes ilegales latinos se ha reducido casi en un 40%. Aunque esto, lo que en una cara de la moneda se ve como una victoria para el gobierno republicano, puede verse como una derrota desde otra perspectiva. No sólo demuestra que el muro levantado ha cumplido su cometido sino que pone en manifiesto la latente crisis económica que vive Estados Unidos y el mundo entero. La odisea requería una fuerte inversión en la que los trabajadores latinos empeñaban sus bienes para solventar el gasto de los coyotes que los pasaban al otro lado; ese dinero es cada vez más difícil de conseguir.
Explicaciones para este fenómeno pueden ser muchas como lo señala Rakesh Kochhar, investigador de Pew Spanic Center: “la crisis económica que empieza a finales de 2006 tiene un impacto mucho mayor sobre los hogares de migrantes que no son ciudadanos que sobre el resto de la población”. Esto, al parecer, tiene qué ver con que muchos, particularmente los recién llegados, trabajan en sectores específicamente afectados por la crisis económica global, como la construcción, que en los últimos dos años se ha quedado en obra negra; o el campo, que vive su período más árido en los últimos 50 años.
Entre 1998 y 2004, el flujo de inmigrantes indocumentados o ilegales a EEUU, superó por casi el doble a los residentes legales. Lo que representa este dato inútil para los que no pasamos nuestras vidas en la nación de WalMart y Starbuck’s (empresa que también padece una crisis grave), es que durante los primeros años de gobierno del presidente George Bush hijo, la nación norteamericana todavía pintaba en el imaginario colectivo latino como esa tierra de ensueño en la que los dólares emanaban de fuentes de empleo inagotables. Hoy, se han dado cuenta que no es así, que la crisis ha destrozado ese mundo al que era tan difícil acceder y ahora, no vale la pena intentarlo.
El discurso tautológico de la Doctrina Monroe , poco a poco está alcanzando las dimensiones soñadas por los peregrinos ingleses y los fundadores de la, en otros tiempos, potencia mundial número uno. El sueño americano se está convirtiendo en una realidad, y lo único que se necesitaba, era una crisis económica de proporciones mundiales. No más latinos ilegales en Estados Unidos; por fin... una América para los Americanos.