Sunday, October 12, 2008

La veintiocho once...

El frío mordía como perro. La ciudad desmañanada y yo recién la piso. Y la aplasto con reloj roto. Una chela a los ojos de 4 maricas engrapados: Maná en un póster.
Tiempo pienso.
Tiempo tiempo pienso tiempo pienso tiempo hablo pienso.
De verdad?
Sí, es su bar favorito, dice la barra. Y siempre aparece.
Si entra ahora no sé qué haría.
Tiempo pienso tiempo tiempo pienso hablo hablo tiempo.
Pero no espero más.
Y no apareció (y le creí a la barra que era su bar, por qué no iba a hacerlo?). Regresé con mi novia linda, el Defe, que no me había extrañado.
Y aparecieron los fríos las estaciones.
Y entonces ese buen bar de la Madrid que cabe en una bolsita de basura europea, fue por años, por años, lo más cerca que había estado de él.
Hasta el sábado.
Hasta el sábado cuando por fin vi-vimos a Andrés Calamaro...
...cuando por fin escuché su garganta-botas-negras en versión de no-estudio; sus consejos sus reclamos su tango su concierto dividido en cinco... cuando por fin contagió esa energía clonada y clonada... por fin vi su mueca en la palabra marihuana... su homenaje morirme contigo si te matas... sus rolas que adornan el top5 de rupturas amorosas que me llevaría a una isla desierta... sus otras rolas que entran al top5 de noches de 48 horas que me llevaría a una isla... Y por fin vi su ego, su vejez que sí existe y agradezco porque ha sido la responsable de que haya venido a este país...
Y por fin escuché en vivo esa rola que aparecía cuando metía una moneda a la rockola de ese bar que no volverá, y marcaba dosochounouno y aullaba con amigos, o un amigo-hermano o un hermano-amigo.
Justo como el sábado.
... Esperé una rola más -cuyo nombre está ahora secuestrado por ella- y no llegó. Aún así ya no duele su ausencia, sr. Calamaro.

Elaris me madreaba si no ponía que esta foto la tomó él.