Un día el jefe llegó cojeando a la oficina. Un compañero explicó que no era ni una cojera ni un yeso ni un pie lastimado.
- Es -dijo- desorganización: todo lo malo que existe en la oficina se metió a su cabeza y de ahí pasó a su pie en forma de fractura. Somatizar, se llama somatizar, lo vi en el Discovery, si mal no recuerdo, es cuando transformas una afección síquica en orgánica o física… Y tiene qué ver con que las cosas aquí no caminan como él quisiera.
- Ahhhh! - exclamamos asombrados.
Lo malo de esta explicación es que entonces se desató una moda en este piso donde los días comenzaron a cerrar con bajas. Al día siguiente, por ejemplo, empezaron a llegar lesionados y nuestro compañero se convirtió en una especie de médico que daba consultas.
- Como que me quiere dar gripa… qué significa eso?- preguntó una compañera a nuestro colega, en tono de reto.
- La gripa es la forma más popular de la somatización, pero tu caso no tiene nada qué ver con la oficina: lo que tienes es una pequeña depresión debida a alguna tragedia doméstica… así que vete temprano a casa y pasa más tiempo con tu hija- recetó.
Otra compañera que se presentó con un collarín le preguntó que cuál era el significado de eso.
- Ahhh- respondió sabiamente- eso implica que te da miedo voltear a otros lados y que debes ver más alternativas; traer un collarín es tener el cuello, la vista, siempre dirigida hacia el frente; el cuello es el timón de nuestro cuerpo y de nuestra vida, entonces tú sola te saboteas para no mirar a otros lados porque… te da miedo.
Después de un largo silencio adornado por nuestro asombro, se escucharon aplausos en todo el piso y al tiempo que ella se retiraba con una reverencia y le besaba la mano en señal de agradecimiento.
Los días siguieron y de pronto nos dimos cuenta que la hora de 10 a 11 que antes estaba destinada al almuerzo, pertenecía a la hora de consulta en la que este compañero recibía a la gente en el escritorio del señor de las fotocopias, el cual hacía días no se presentaba. Nos dimos cuenta también que su acento comenzaba a cambiar.
- A mí me duele la muela.
- No temas. En verdad os digo que la muela es el primer eslabón de la nutrición, sin ella no podrías iniciar ese proceso. Y no comer implica que te estás abandonando, olvidando. Come, come pero sobre todo regresa con tu mujer y tus hijos. Y paga tus deudas.
Y así la oficina estuvo curada y supimos qué representaban las partes del cuerpo. Hasta que un día, tímidamente, le pregunté sobre el ombligo.
- Ahh, el ombligo es el centro de todo. Sin ombligo no hay nada, no hay ‘uno’… por qué?
- Es que a mí me duele desde esta mañana…
Silencio. Todos esperaban sus palabras; todos. De la puerta de salida a la bodega incluso se asomó el señor de las fotocopias que, pensamos, todo este tiempo había estado en casa. Pero no hubo respuesta, nuestro compañero no dijo ya nada. No me dio ni explicación ni receta ni consejo. Ninguna pastilla, pomada o gotas… para el ombligo. Y como era la hora del almuerzo todos decidieron salir por sus alimentos.
Desde entonces nada fue igual pero tampoco nadie lo notó; para mí fue como si de pronto nadie creyera en él sólo por no saber cómo remediar el dolor de ombligo. Pasó el tiempo e incluso el jefe –que nunca supo de nuestras consultas- caminaba ya bien.
- Como que me está dando gripa –se escuchaba de vez en vez en la oficina.
- Tomate un theraflú –respondía alguien. Y no más.