Tuesday, March 17, 2009

Esta mañana en Japón (en su edición arqueológica)...

Los restos de una 'vamp' (nota: no existe la traducción, o es incorrecta la traducción de 'vampira'!)

Descubren la primera tumba de un 'vampiro'
Un investigador, de la Universidad de Florencia en Italia, encontró el esqueleto de una mujer con un ladrillo clavado en su boca, mientras excavaba fosas comunes de víctimas de la peste de la Edad Media
Andrés Eloy Martínez Rojas
El Universal
Martes 10 de marzo de 2009
Un esqueleto exhumado de una tumba en Venecia ha sido reclamado como el primer ejemplo conocido de "vampiros humanos" a que se refieren ampliamente el cine y la literatura popular, de acuerdo a la revista New Scientist.
Matteo Borrini, de la Universidad de Florencia en Italia, encontró el esqueleto de una mujer con un ladrillo clavado en su boca, mientras excavaba fosas comunes de víctimas de la peste de la Edad Media en Lazzaretto Nuovo, isla de Venecia, Italia.
En el momento en que la mujer murió, mucha gente creía que la plaga era propagada por "vampiros", que en lugar de beber la sangre de personas, emanaban la enfermedad desde sus bocas después de morir. "Los excavadores de tumbas clavaban ladrillos en las bocas de los presuntos vampiros para que no hicieran esto", dice Borrini.
La creencia en vampiros probablemente surgió porque a veces la sangre es expulsada de la boca de los muertos, haciendo que la mandíbula se hunda y desgarre.
Borrini, quien presentó sus conclusiones en una reunión de la Academia Americana de Ciencias Forenses en Denver, Colorado, la semana pasada, reivindico que este podría ser el primer vampiro que se ha examinado de manera forense. El esqueleto fue retirado de una fosa común de víctimas de la plaga que azoto a Venecia 1576.
Sin embargo, Moore Jansen de la Universidad Estatal de Wichita en Kansas dice que ha encontrado esqueletos similares en Polonia y que, si bien el hallazgo de Borrini es emocionante, "alegar este como el primer vampiro, es un poco ridículo".
Borrini, dice que su estudio detalla la más temprana muestra arqueológica de "exorcismo contra los vampiros".

Estas Ruinas que Ves

JUAN NEPOTE
El esqueleto fue encontrado en una fosa común, con un ladrillo atorado entre las mandíbulas. Para los que no saben mirar y los faltos de imaginación, toparse con un montón de huesos que tienen un ladrillo atorado en la boca puede significar poca cosa. Para los investigadores de la Universidad de Florencia que se encontraron algo semejante al excavar una antigua fosa común en la ciudad de Venecia, en Italia, se trataba del esbozo de una historia extraordinaria. ¿Cuánto miedo debían causar esas mandíbulas para que alguien las quisiera anular con un ladrillo? Los científicos italianos descubrieron que este cuerpo había estado enterrado allí por más de cuatro siglos, desde aquella peste que azotó la eterna ciudad de los laberínticos y eternos canales en el siglo XVI, cuando se conocía bastante poco de la descomposición de los cadáveres: en aquel entonces notaban que un cadáver se hinchaba con el paso del tiempo, le crecían los cabellos o le salía sangre por la boca y buscaban algún responsable fantástico.
Ahora sabemos que las mejores historias sobre la existencia de vampiros –seres que se alimentaban de la sangre de los seres humanos, preferentemente de cadáveres– datan justamente de aquella época, porque se les imaginaba como responsables de propagar las plagas que acababan con poblaciones enteras, tal vez para conseguir más alimento sin mayor esfuerzo. Así que para los investigadores de la Universidad de Florencia, aquellos huesos con un ladrillo entre las mandíbulas son una prueba científica inédita y espectacular. Por eso la resumieron en una sola frase, contundente, seductora, que sirvió para poblar los titulares de buena parte de los periódicos hace unos días: “Por primera vez, la arqueología consigue reconstruir el ritual de exorcismo de un vampiro”.
Somos lo que hemos sido
Este reciente hallazgo vendrá a ser algo así como un Manual del buen exorcista de vampiros del siglo XVI en perfecto estado de conservación, congelado en el tiempo. Es decir, una fuente riquísima de información de nuestro pasado. Y es que el estudio sistemático del pasado nos ayuda a entender cómo hemos sido para comprender quiénes somos, aunque para la mayoría de nosotros las ruinas tienen muy mala imagen. Se habla de arruinar cuando causamos un grave daño. Nuestra ruina habla de nuestro destrozo, decadencia o perdición.
Las ruinas, pues, no están bien vistas: parece que nos estorban, que no las comprendemos por ruinosas y arruinadas. Pero los arqueólogos y paleontólogos intentan mirar de otra manera. Observan el paisaje como buscando evidencias. Imaginan: la gente que vivió hace miles de años en esta zona pudo obtener su alimento de esos árboles; de aquel lago habrían conseguido el agua para beber. Deben caminar con la cabeza llena de preguntas: “¿De qué manera vivió la gente de épocas anteriores a la nuestra? ¿Cómo hicieron estas vasijas? ¿Para qué servían?, trazan camino para reconstruir las sociedades del pasado: huesos, pirámides, manuscritos, pinturas, esculturas, herramientas y vasijas, canales, terrazas, hogueras, armas, son como fracciones de una historia que demanda suficiente atención para saber reunir las piezas y armar la historia completa.
Luego excavan, limpian, registran, comparan, estudian. Para ellos un objeto es algo así como un relato que hay que aprender a escuchar, a leer. Decía el poeta Eliseo Diego en su Arqueología: “Dirán entonces; aquí estuvo / la sala, y más allá, / donde encontramos los fragmentos / de levísimo barro, el sitio / del calor y la dicha. / Luego / vendrá una pausa, mientras / el viento alisa los hierbajos / inconsolables; pero / ni un soplo habrá que les evoque / la risa, el buenas tardes, / el adiós.”
Vasijas, pirámides y tepalcates
La arqueología tiene que ver con las cosas viejas hechas por el hombre. A diferencia de la antropología, que se interesa por el estudio de las culturas de manera más general, la arqueología se ocupa directamente del estudio de las manifestaciones culturales. Muchas sociedades antiguas no desarrollaron la escritura y varias de las escrituras que se han descubierto todavía no han sido descifradas, así que desconocemos las circunstancias de esos pueblos. La única información que tenemos de ellos son los objetos mismos.
Los arqueólogos recorren con mucha atención todo el terreno para localizar indicios de estructuras sepultadas, utilizan fotografías aéreas, sismógrafos, radares o aparatos de sondeo mecánico o eléctrico, teodolitos, brújulas, planchetas y niveles para identificar las diferencias topográficas en el terreno de estudio. Antes de elegir una área de excavación, toman muestras químicas de tierra para conocer más datos del los materiales observados en la superficie.
Una excavación es muy diferente a un experimento de laboratorio: no se puede repetir porque se destruyen muchos elementos valiosos. Por eso los arqueólogos deben ser muy cuidadosos, dibujar y registrar cada uno de los objetos, estar atentos a la orientación de los hallazgos, no dejar pasar ningún detalle, utilizan herramientas de diversos tamaños y grados de precisión, como terraplenes de nivelación, picos y palas brochas, pinceles, cucharillas e incluso instrumental utilizado por dentistas. Después hacen posos de sondeo para observar bajo la superficie del terreno y luego catalogan todos los objetos que van encontrando, poniendo mucha atención al contexto, las condiciones materiales del hallazgo y su entorno. Los arqueólogos se hacen preguntas del tipo ¿cuándo? ¿dónde ¿por qué? ¿para qué? Dicen que trabajan con las coordenadas “tiempo”, “espacio” y “cultura”.
Nuestra historia también está en nuestros huesos
El conocimiento científico tiene la cualidad de ser perfectible y transitorio, mientras se construyen mejores preguntas, respuestas más precisas. Un paleontólogo trabaja con huesos que han resistido el paso de miles, millones de años. Por ello debe estar muy atento, revisar bien los fósiles, buscar que las piezas embonen de manera natural y nunca pegarlas a la primera. Debe conocer la anatomía de los organismos que está estudiando, porque la falta de atención, las prisas o la ignorancia provocan errores tan graves como unir un molar inferior con uno superior o pegar un hueso del brazo con uno de la pierna. Los huesos guardan mucha información. Mediante su estudio podemos conocemos especies animales que ya no existen, estimamos sus tamaños, reconocemos el lugar donde vivió, sus hábitos alimenticios.
Pero encontrar los huesos es sólo la primera parte. Después hay que limpiarlos, mirarlos muy bien, pegarlos, compararlos con otros, mostrarlos a los colegas y hacer nuevas preguntas que nos ayuden a comprender un poco más por qué las cosas son como son. El oficio de paleontólogo requiere conocer un poco de todo: química, geología, biología, estratigrafía, arqueología, medicina forense, para no dejar escapar ninguna pista. Con cuidado mirar los colores y las líneas, la porosidad de los fósiles, cada pista oculta en paisaje del hallazgo.
70 años del INAH
En este 2009 se cumplen siete décadas de la fundación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que agrupa a los arqueólogos y paleontólogos (entre otros científicos, ingenieros y técnicos) mexicanos. Fue en 1939 cuando el presidente Lázaro Cárdenas mandó transformar el Departamento de Monumentos en un instituto nacional, justamente el INAH, con la misión de “investigar, conservar y difundir el vasto patrimonio cultural de México”. Su primer director fue Alfonso Caso, a quien debemos una buena parte del conocimiento de las culturas mesoamericanas. En este tiempo el INAH ha llevado el registro y la catalogación de más de 40 mil sitios arqueológicos, 100 mil monumentos históricos y un millón y medio de piezas arqueológicas, organizando un centenar de museos.
Su septuagésimo aniversario alcanza al INAH en un momento complejo: por una parte, afronta una serie de nuevos proyectos de gran envergadura en Chiapas, Oaxaca y Guanajuato; por otra parte, padece la situación de zozobra de la mayor parte de las instituciones de investigación científica en nuestro país: la urgente necesidad de renovar su plantilla de científicos –cuyas edades promedio rebasan los 50 años– sin embargo, no se han creado (ni parece que vaya a ocurrir) nuevas plazas, por lo que los jóvenes se desaniman, desertan. Por último, el INAH se halla en un debate mayúsculo en torno al proyecto Resplandor Teotihuacano, que dotaría de un espectáculo de luz y sonido a Teotihuacan, en aras del turismo cultural, y en el cual se han invertido cerca de 95 millones de pesos. El grupo de expertos convocados para analizar este proyecto ha concluido que el tal Resplandor no ha puesto todavía en peligro la estabilidad de las pirámides, pero criticó que “la instalación de la iluminación es demasiado visible, obvia y agresiva”, además de que el guión del show “no refleja convenientemente el conocimiento actualizado sobre Teotihuacán…”
Así pues, la ciencia tiene mucho que ver con nuestra identidad, nuestra comprensión del pasado y nuestra capacidad para construir el futuro. El arqueólogo Otto Schöndube, del Centro INAH Jalisco, suele recordar a un maestro que le insistía en que “la arqueología es lo más divertido que se puede hacer con la ropa puesta”.