Estoy envuelto en el asunto de las sombras… lo otro, lo que no existe, lo que siempre no vemos nunca. Lo que no vemos en la calle en los demás. Y no tiene qué ver Millás (uno de sus temas literarios) o algún otro; si fuera así lo diría. Pero me atraparon las sombras. Lo que no hay. Las negaciones. Los espacios vacíos, en blanco... en negros que para mí es más real que la supuesta realidad. Los NO antes de cualquier palabra. No-tiempo no-luz no-orden no-espacio.
Y todo esto se subrayó con un enfrentamiento en un camino empedrado a diez minutos del mar y cuya oscuridad mordía como perro:
Salió una sombra llevando en la mano derecha lo que al principio pensé era un machete o una pistola que me apuntaba –sólo se veían las siluetas de las cosas-. La sombra me dijo que a dónde iba y que le diera mi cartera mi dinero. Me agaché para esquivar un ‘machetazo’ y luego otro –ya se intuía, pues, que no era una pistola-. Tranquilamente le dije que tranquilo, que le daba mi dinero y le dejé en una roca 70 pesos. Seguí caminando. La sombra se acercó al botín y lo iluminó con un pequeño encendedor. Escuché sus pasos apurados hacía mí pero aún así no volteé. La sombra pidió tres veces que me detuviera, sin tener eco, hasta que me dio un golpe detrás de la cabeza y otro en la espalda con lo que –ya entonces no intuí, sino sentí- no era un machete sino una rama de árbol –aunque gruesa y ah cómo ardió; y si hubiera sido un machetazo supongo que no estaría aquí escribiendo-. La sombra dijo que no le viera la cara; pero cómo iba a verle la cara cuando no veía más que una silueta? Le dije que no era así, que sólo llevaba eso y no llevaba cartera, pero… que qué quería?
- La mochila; dame la mochila.
Ahhhh, la mochila!
La mochila que de entrada gané en una apuesta clandestina en un mercado clandestino de Montreal -esa es otra historia- y en la que además sí llevaba tesoros personales: una navaja igual a la que mcgyver usa en la tercera temporada que simbólicamente me obsequiaron mi padre y mi hermano –esa es otra historia-; un par de mandalas recién hechas que ya llevaban nombres de mujer –esa es otra historia-; la novela que es mi oso de peluche o la manta que nunca tuve de niño y con la que se duerme a lado–esa es otra historia-; el resto de esos papelitos que me ayudarían a seguir el viaje –y esa fue otra historia-; y bocetos de relatos que nunca se publicarán pero que si un día lo hacen serán un fracaso.
- No… Para la mochila sí vas a tener qué rifarte un tiro (después de todo no me iba a matar ni a desmayar con una rama, cierto?).
Y bailé con la sombra.
Y bailé.
Y mientras lo hacía y estaba atento pensé rápidamente muchas cosas… y en mucha familia-familia familia-amigos familia-gentequerida familia-recuerdos familia-sueños familia-deseos.
Y bailamos.
No nos dimos ya ningún golpe. La sombra salió corriendo en dirección hacia donde yo iba. Yo salí corriendo en dirección a donde la sombra salió.
Ya en la luz, en un café improvisado e invitado por gente del pueblo y a pesar de que les dije que no me quitó nada, fueron por la policía; pero la poli opera igual que en cualquier ciudad.
- Es que hoy es el día de la semana y la hora en que el alguacil se va a La Llorona a disparar su cuerno de chivo.
- Gracias no importa; de verdad, estoy bien… Y no me quitó nada.
Esa noche, así como cuando alguien se despide de alguien y siente que una parte ha muerto o al menos se ha roto, sentí que algo se curó. Si no se le teme a las sombras a qué más? Aún tengo miedos pero ya no enfrente como muro sino a lado; por lo menos ahora (ya ven que la única capacidad inmutable en el ser humano es la capacidad de mutar) y espero me dure un rato.
Pero lo más importante es que aún hoy vivo convencido de que esa sombra era yo. Nadie podría convencerme de lo contrario. Era yo también y al final, en cuanto al miedo, salimos empate porque los dos corrimos, simbólicamente, a nuestros lados opuestos.
Y sé que quizá más adelante nos volvamos a enfrentar. Pero si ya nos vimos sombra a sombra por vez primera, en una segunda quizá hasta nos gustemos. O quizá entonces ya alguien gane…
- Qué, nos disputamos el título?
Y todo esto se subrayó con un enfrentamiento en un camino empedrado a diez minutos del mar y cuya oscuridad mordía como perro:
Salió una sombra llevando en la mano derecha lo que al principio pensé era un machete o una pistola que me apuntaba –sólo se veían las siluetas de las cosas-. La sombra me dijo que a dónde iba y que le diera mi cartera mi dinero. Me agaché para esquivar un ‘machetazo’ y luego otro –ya se intuía, pues, que no era una pistola-. Tranquilamente le dije que tranquilo, que le daba mi dinero y le dejé en una roca 70 pesos. Seguí caminando. La sombra se acercó al botín y lo iluminó con un pequeño encendedor. Escuché sus pasos apurados hacía mí pero aún así no volteé. La sombra pidió tres veces que me detuviera, sin tener eco, hasta que me dio un golpe detrás de la cabeza y otro en la espalda con lo que –ya entonces no intuí, sino sentí- no era un machete sino una rama de árbol –aunque gruesa y ah cómo ardió; y si hubiera sido un machetazo supongo que no estaría aquí escribiendo-. La sombra dijo que no le viera la cara; pero cómo iba a verle la cara cuando no veía más que una silueta? Le dije que no era así, que sólo llevaba eso y no llevaba cartera, pero… que qué quería?
- La mochila; dame la mochila.
Ahhhh, la mochila!
La mochila que de entrada gané en una apuesta clandestina en un mercado clandestino de Montreal -esa es otra historia- y en la que además sí llevaba tesoros personales: una navaja igual a la que mcgyver usa en la tercera temporada que simbólicamente me obsequiaron mi padre y mi hermano –esa es otra historia-; un par de mandalas recién hechas que ya llevaban nombres de mujer –esa es otra historia-; la novela que es mi oso de peluche o la manta que nunca tuve de niño y con la que se duerme a lado–esa es otra historia-; el resto de esos papelitos que me ayudarían a seguir el viaje –y esa fue otra historia-; y bocetos de relatos que nunca se publicarán pero que si un día lo hacen serán un fracaso.
- No… Para la mochila sí vas a tener qué rifarte un tiro (después de todo no me iba a matar ni a desmayar con una rama, cierto?).
Y bailé con la sombra.
Y bailé.
Y mientras lo hacía y estaba atento pensé rápidamente muchas cosas… y en mucha familia-familia familia-amigos familia-gentequerida familia-recuerdos familia-sueños familia-deseos.
Y bailamos.
No nos dimos ya ningún golpe. La sombra salió corriendo en dirección hacia donde yo iba. Yo salí corriendo en dirección a donde la sombra salió.
Ya en la luz, en un café improvisado e invitado por gente del pueblo y a pesar de que les dije que no me quitó nada, fueron por la policía; pero la poli opera igual que en cualquier ciudad.
- Es que hoy es el día de la semana y la hora en que el alguacil se va a La Llorona a disparar su cuerno de chivo.
- Gracias no importa; de verdad, estoy bien… Y no me quitó nada.
Esa noche, así como cuando alguien se despide de alguien y siente que una parte ha muerto o al menos se ha roto, sentí que algo se curó. Si no se le teme a las sombras a qué más? Aún tengo miedos pero ya no enfrente como muro sino a lado; por lo menos ahora (ya ven que la única capacidad inmutable en el ser humano es la capacidad de mutar) y espero me dure un rato.
Pero lo más importante es que aún hoy vivo convencido de que esa sombra era yo. Nadie podría convencerme de lo contrario. Era yo también y al final, en cuanto al miedo, salimos empate porque los dos corrimos, simbólicamente, a nuestros lados opuestos.
Y sé que quizá más adelante nos volvamos a enfrentar. Pero si ya nos vimos sombra a sombra por vez primera, en una segunda quizá hasta nos gustemos. O quizá entonces ya alguien gane…
- Qué, nos disputamos el título?