Monday, November 17, 2008

Quillolandia, 535 KM...

En la radio una frecuencia de cicatrices lanza el Top 5 de las rupturas amorosas en su vida que se llevaría a una isla desierta. Empiezan a sonar las pistas una detrás de la otra acomodadas en orden de importancia para ella.
Ella hace una promesa desde esos dientes blancos que son la salida de un tren de 25 años. 25 al vapor de un destino miedoso -hasta cierto punto- y al que gente ha subido y bajado subido y bajado subido y bajado con boletos gratis que ya la tienen un poco harta. Hasta la madre, más bien.
Y entonces habla de su ego (pone aquí el nombre de él). Habla de su tristeza (pone aquí el nombre de él). De sus carcajadas (pone aquí el nombre de él). De su mayor experiencia (pone aquí el nombre de él). De su reciclaje (pone aquí el nombre de él). Del número uno en la lista que se llevaría a una isla desierta (pone aquí el nombre de él). De su 'y bueno al final así debió haber sido' (pone aquí el nombre de él)... su '... pero me cambió el concepto de todo' (pone aquí el nombre de él)... su 'lo quise un chingo... y a ratos lo extraño' (pone aquí el nombre de él).
Y brindamos con una Carlsberg imaginaria. Escuchamos una rola hasta que llega, según dijo, el turno de mi Top (aunque ella no le llamaba así).
Me salió todo en aleatorio, sin orden de importancia ni cronológica ni de duración... nada... simplemente salieron las historias mientras pasamos como foto-barridos por la autopista capicúa que vimos pasar sin retrovisores... al menos así nos vio el radar de la federal de caminos que, por suerte, no nos disparó.
Pero... si en todo el camino escuchamos dos rolas del cd que llevábamos puesto en ese viaje de seis y media horas -hicimos una escala-... esas dos rolas fueron muchas.
Bienvenido(s) a Quillolandia, se leía a la entrada de sus dientes blancos.