Tuesday, September 09, 2008

El Cuento que le Debía...

Este era un universo compuesto por nebulosas y que flotaba eternamente frente a los ojos de una mujer Tulipán. La mujer Tulipán quería brincar caminar rodar volar y viajar, pero como las nebulosas le impedían ver más allá, no se atrevía nunca ni a dar un paso.
Hasta que llegó una balsa que para ella tenía forma de sonrisa.
La mujer Tulipán trepó a la balsa pero ésta no se movía. La mujer Tulipán pensó entonces que, claro, sólo se iba a mover si remaba. Sacó una pierna y con la uña del dedo gordo del pie empezó a remar, haciéndole -accidentalmente- cosquillas a la balsita con los movimientos de su chamorro.
Poco a poco, encima de la balsa-sonrisa, la mujer Tulipán obtenía la capacidad de ver a través de aquél universo pequeñito formado por nebulosas que tenía enfrente. Y ya no parecían nebulosas sino migajones pequeños colgados de hilitos a manera de broma y por algún monstruo de la infancia. Con eso de su lado, la mujer Tulipán navegó por ciudades dunas mares libélulas extintas cabras locas patos-perros… y vio los escenarios más sencillos, una luna roja sobre una explanada congelada, una blanca sobre un mar, otra encerrada en dos edificios art noveau; una tormenta; una fogata donde cabía el mar y otra donde no cabía frío…
Y así navegó por polvos estrellas pelusas espaciales haciendo cosquillas a la balsita-sonrisa hasta que una tarde un brillo a lo lejos atrapó su interés. La mujer Tulipán, entonces, remó desesperadamente y obligó a la balsa a cambiar de rumbo y a acercarse hasta aquél punto compuesto por tres estrellas: distancia-presente-pasado. Conforme se acercaba, el brillo le cegaba más y más y casi no advirtió -o quizá no lo hizo- que el resplandor venía de una escalera gris que flotaba como deshecho de la NASA. Sin pensarlo, la mujer Tulipán dijo esta es mi parada y se bajó, dejando a la balsa sin uña-remo.
Sin uña-brújula.
Sin uña-timón.
Y la balsita comenzó a hacerse más pequeña dentro del agujero negro de la oscuridad universal.
Pero nada fue real, dijo la basura espacial más famosa del universo (el tiempo), esa que lo sabe y ha visto todo. Nada fue real: la escalera no era una escalera hacia arriba o abajo sino una puerta (quizá falsa); y la balsita tampoco era una balsita en forma de sonrisa. Era la dentadura chueca de un cráneo incompleto.