Friday, June 18, 2010

"Júbilo redondo"

Por Juan Villoro
Reforma / 18 Jun. 10

Jabulani es una palabra zulú que significa "júbilo" y define el ánimo nacional después del triunfo contra Francia. Hagamos una pausa en el festejo para reflexionar en el polémico balón que lleva ese nombre y fue confeccionado por Adidas con poliuretanos superfinos.

Nunca una pelota había sido tan célebre. En sus comienzos, el futbol se jugaba con una esfera de cuero que parecía remendada por un veterinario. En los días de lluvia la pelota se volvía tan pesada que los cabeceadores salían del campo con jaqueca. Fue una suerte que la aspirina se inventara cuando se organizaban las primeras ligas.

La historia de la pelota ha sido decidida por la luz. En los partidos nocturnos, los reflectores hicieron que la cancha brillara mucho y el balón pareciera un manchón de lodo. Además, los estadios se volvieron enormes y el cuero crudo pecó de discreto.

Una prueba de que el ser humano es raro: para que la pelota destacara más, fue pintada de negro. Tal vez la idea vino de un aficionado al billar, enamorado de la bola 8. Esta "mejoría" se pareció a un examen de la vista hasta que un genio descubrió que el blanco destaca en la noche.

El color del balón reforzó la tendencia a sustituir el cuero pintado por materiales plásticos y el futbol perdió su último contacto con la ganadería.

Los balones de antes tenían un modo peculiar de estar vivos. En ocasiones ostentaban puntadas de enfermería; los golpes hacían que se aflojaran y tuvieran que ser inflados. La palabra "hincha" surgió en Uruguay para describir a quienes deseaban estar cerca del juego y se contentaban con inflar balones.

Curiosamente, en su reconversión industrial el balompié no sustituyó una esfera por otra equivalente; impuso un nuevo objeto: el balón rápido. La especie que prefiguró el futbol pateando vejigas disponía ahora de un proyectil ultraligero. Di Stéfano terminaba sus partidos besando la pelota: "Gracias, vieja", decía con el cariño de quien acaricia la arrugada mejilla de la abuela. ¿Habría hecho lo mismo con un balón sintético? Seguramente no.

Pero los genios se ajustan a los nuevos desafíos. En los años ochenta, cuando los aficionados dudaban del balón ligero, Maradona tomó una mandarina y mostró que podía dominarla.

Los alquimistas de Adidas podrían fabricar balones más pesados, pero esto carece de sentido. El futbol se aceleró al tiempo que el esférico se aligeraba.

Cuando Corea del Norte derrotó a Italia en el Mundial de 1966, me llamó la atención que esos jugadores corrieran todo el tiempo. Hasta entonces, el futbol era un deporte donde sólo los mediocres se apuraban. En sus días de jugador, César Luis Menotti recibió una reprimenda de un compañero por no perseguir una pelota y preguntó algo que define una época: "¿Además de jugar tengo que correr?".

Ya es imposible decir si el futbol se hizo rápido a causa del balón o el balón se adaptó a la velocidad de los jugadores. Lo cierto es que los médicos se volvieron más importantes y la industria farmacéutica inventó píldoras energéticas y cápsulas antioxidantes.

Lo fabuloso de esta historia es que no se ha detenido. Algunos incluso pretenden liberar al balón de su compromiso con los futbolistas. Los inventores se resisten a aceptar que la perfección existe; nunca se han reunido para decir: "He aquí la esfera que le conviene al hombre: su peso, su bote, su viaje en el aire son ideales".

Resulta que los científicos son tan competitivos como Mourinho y no encontrarán la circunferencia ideal. A esto se une, desde luego, el cochino interés de renovar las ofertas del mercado. En cada campeonato, miles de balones son mandados a la Siberia de los juguetes para dar la bienvenida a una nerviosa bola de temporada.

La carrera del hombre y el balón llegó a un momento peculiar con el Jabulani. Tal vez porque el júbilo no es fácil de pescar, el nuevo balón ha causado más problemas de los previstos. Pero no afecta a todos por igual. Esto hace suponer que se trata de una redonda forma del pretexto. Enyeama, portero de Nigeria, agradeció a Dios por enfrentarlo a un oponente como Messi, que le permitió lucirse. En cambio, el inglés Green y el argelino Chaouchi dejaron pasar la pelota como si fuera un intangible patrimonio de la humanidad. No todos se equivocan del mismo modo, pero las excusas se multiplican. A tal grado, que pronto se usarán en situaciones ajenas a la portería: "No te ves gorda, mi vida, nada más te sobra un poco de Jabulani... "Le juro, licenciado, que el trabajo estaba listo, pero se nos fue el Jabulani"... "La línea de investigación del homicidio apunta al Jabulani"... "El proveedor ya tiene el pedido, es cosa de superar el Jabulani"... "De veras estudié, profe, pero no sabía que teníamos examen Jabulani".

¿El balón es defectuoso o refleja nuestros defectos? En África bota una extraña forma de la moral. El Jabulani le conviene a unos e invalida a otros. Acaso estemos ante una metáfora de la pasión globalizada: mientras las oportunidades se reparten tan bien como los pretextos, el júbilo se vuelve esquivo y caprichoso.