Por Sergio Ramírez
(Publicado hoy en La Jornada)
Siempre que recuerdo la historia del novelista húngaro Sándor Márai, me parece acercar los pies al abismo. El gobierno estalinista de su patria prohibió la circulación de sus libros, y tampoco pudo ya publicar nada ni en los periódicos ni en las revistas, lo que significaba cortarle de un tajo certero la lengua y dejarlo mudo. Mudo y en el vacío, escribiendo para sí mismo, en la soledad, sin que sus palabras pudieran alcanzar ningún eco, además de que se encontraba ya encerrado dentro de su propio idioma, el húngaro, que nadie entendía más allá de las fronteras, un doble círculo de aislamiento, una doble reja. Entonces se fue al exilio, y sus libros, hoy traducidos a todos los idiomas y admirados universalmente, no se conocieron sino después de su trágica muerte en Estados Unidos.
He pensado otra vez en el infortunio de Sándor Márai, ahora que el gobierno de Nicaragua ha prohibido un prólogo mío a una antología de Carlos Martínez Rivas, el gran poeta nicaragüense tan desconocido, muerto hace diez años, que el diario El País de Madrid iba a publicar en un libro de edición masiva como parte de la serie de antologías de poetas hispanoamericanos que dirige José Manuel Caballero Bonald. Esta prohibición, que se basa en el hecho de que el gobierno de Nicaragua alega ser dueño de los derechos de autor de Martínez Rivas, fue rechazada tanto por El País como por Caballero Bonald, quien ha calificado el veto de acto de venganza política. Por tanto, el libro ya no será publicado.
Cuando Juan Cruz, periodista de El País, me enteró del caso en Guadalajara, donde yo asistía a la Feria Internacional del Libro para presentar mi nueva novela, El cielo llora por mí, sentí que mis pies rondaban el abismo de Sándor Márai. No importa el tamaño o la majestad del estalinismo. Puede ser un estalinismo de bolsillo, o un estalinismo tropical, o folclórico, en el que abundan los altares enflorados y los hechiceros de feria; pero si se trata de prohibir que la obra de un escritor se lea, las consecuencias son las mismas, y yo siento la lengua muy cerca del cuchillo que quiere cortármela.
Cuando Juan Cruz me pidió mi reacción, en lugar de responderle verbalmente preferí escribirle en una tarjeta lo que sentía, como quien satisface la necesidad de dejar constancia. Sentía, y siento, que la prohibición de que mi prólogo se publicara no era más que un comienzo, y que pronto, es una probabilidad cierta, se prohibiría también la circulación de mis libros en Nicaragua. ¿Debo esperar otra cosa?
Porque no se trata de un acto burocrático aislado, decidido por unos funcionarios de segunda, sino parte de toda una concepción del ejercicio del poder presidencial que no deja resquicios de disidencia y que no admite crítica de ninguna especie, porque la tolerancia no es parte de los valores que inspiran sus actos. A quienes protestan en las calles porque reclaman frente al fraude electoral practicado con todo descaro en las elecciones del pasado 9 de noviembre, se les reprime por medio de turbas armadas de palos y de piedras; a quienes se pronuncian en contra de los actos a veces impredecibles, y a veces no, del comandante Ortega y de su esposa, se les cubre de injurias y calumnias en los medios oficiales, lodo, escupitajos verbales, huevos podridos. A los que escribimos, se nos reprime con el silencio.
Pero no se trata solamente de mí, porque no soy el primero y desgraciadamente no seré el último. A Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy, que crearon la música de la revolución, se les niegan los derechos de autor sobre sus canciones, bajo el alegato estalinista, desaforado, de que esas canciones quien las compuso es el pueblo y ellos sólo fueron intermediarios, o amanuenses, de la inspiración popular. A Ernesto Cardenal, el poeta nicaragüense vivo más importante de Nicaragua, lo condenaron como culpable de injurias y calumnias en un juicio impostado. A Gioconda Belli, quien acaba de recibir el premio Sor Juana Inés de la Cruz en la Feria del Libro de Guadalajara, la enlodan todos los días con diatribas soeces que parecen brotar de manera interminable de un albañal rebalsado. Al periodista Carlos Fernando Chamorro, que denuncia con firmeza en su programa de televisión los actos de corrupción amparados en el poder, le echaron encima a unos fiscales que descerrajaron las puertas de sus oficinas, las tomaron por asalto y se llevaron secuestrados archivadores y computadoras, y no terminan de decidir qué clase de delitos van a inventarle para someterlo a juicio.
Triste amenaza la de cortarle la lengua a un escritor en un país de escritores, donde siempre ha reinado con majestad la poesía. Y al querer cortarme la lengua a mí se la cortan de paso a Carlos Martínez Rivas, que iba a ser conocido, por fin, por miles de miles de lectores en España.
No es sólo mi voz, ni mi lengua, ni son sólo mis libros, sin embargo. Es la voz y la lengua del país la que está en juego. Está en juego si Nicaragua será en adelante un país silencioso, de ciudadanos sometidos al miedo, o si será un país democrático, donde todo el mundo pueda expresarse, decir lo que quiere, en público y en privado, escribir sin miedo, salir a las calles a protestar sin temor a palos y pedradas. Un país donde el voto de los ciudadanos sea contado con transparencia, o un país donde la regla sean los fraudes electorales.
“Ningún gobierno puede arrogarse la potestad de vetar o prohibir la palabra de un escritor, y un acto semejante no puede calificarse sino de totalitario”, dice el manifiesto encabezado con las firmas de Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Fernando Savater, Tomás Eloy Martínez y Juan Gelman. Y librarnos del totalitarismo sólo será posible defendiendo la lengua del filo del cuchillo.
Voy a defender mi palabra con las palabras. La mía, y la palabra de los demás.
Masatepe, diciembre 2008.
- No le gusta el cuento… de Sergio Ramírez
- Admitió que no había leído el prólogo al non nato libro sobre poesía de Carlos Martínez Rivas * Sin embargo, ya lo había vetado, y ahora intenta que le hagan caso en España, publicando el libro después de tamaña censura
El prólogo que el escritor Sergio Ramírez Mercado había escrito para la publicación de la obra del poeta Carlos Martínez Rivas en el Diario El País de España, no había sido leído por las autoridades del Instituto Nicaragüense de Cultura (INC) antes de ser vetado.
Así lo confirmó ayer el director de Cultura, Luis Morales Alonso, quien adujo razones de estilo para no permitir el prólogo de Sergio Ramírez, pese a reconocer públicamente que lo leyó hasta ayer en la publicación especial del escrito Horno al Rojo Vivo, realizado por EL NUEVO DIARIO.
“Yo estoy esperando una respuesta del señor Julio Peña Alonso, director de recursos del Diario El País, donde yo le hice una comunicación donde el INC, que es el poseedor de los derechos de autor de CMR, hicimos una propuesta para que el prólogo lo hiciera el esteta y poeta nicaragüense, Pablo Centeno Gómez; yo aún no he recibido respuesta formal del diario, como funcionario del Estado de Nicaragua hice una comunicación formal y espero que en esa medida se me de una respuesta formal”, dijo inicialmente en entrevista al Canal 8 de televisión.
Un cuento para otro cuento
Cuando la presentadora Marisela Caldera le preguntó por qué no aceptaba el texto de Ramírez Mercado, Morales respondió que tenía sus consideraciones personales, y empezó a hacer una interpretación del citado prólogo, del cual dijo apenas lo había leído ayer en EL NUEVO DIARIO y que de paso, no le parecía adecuado.
“Yo hasta el día de hoy (ayer) leí el prólogo de Sergio Ramírez en EL NUEVO DIARIO, y me parece una pieza literaria de ficción, donde se mezclan asuntos biográficos con creaciones literarias, hay mucha ficción en esta obra, es como un cuento el que está presentando el doctor Ramírez”, dijo.
No le gustan los panaderos ni los taberneros
A continuación, Morales expresó que debía cambiarse el contenido del prólogo: “un prólogo creo yo que debe indicar de manera mucho más didáctica y mucho más educativa, al público sobre el autor al que se está refiriendo; yo conocí al poeta CMR, fui amigo de él también, y considero que hay asuntos que trata en este cuento el doctor Ramírez, de los que el poeta no estaría de acuerdo”, dijo sobre el poeta Martínez Rivas, quien murió en 1998, a los 74 años.
“No me gusta, por ejemplo, la figura literaria del panadero y el pan, a mí me parece que no está a la altura, es como que aquí se hiciera una ficción de Rubén Darío, y lo comparáramos con la figura de un tabernero, no sería respetuoso el tratamiento”, dijo, negando de antemano que la prohibición a Ramírez se debiera a asuntos políticos, por la abierta oposición del ex presidente Ramírez a las decisiones gubernamentales del presidente Daniel Ortega.
Pide declinar a Ramírez
“No creo que el doctor Ramírez esté opuesto a la proyección de la cultura, y yo más bien la haría la invitación a que decline a insistir en que se publique este trabajo de él, y que se publique la obra con otro prólogo”, insistió Morales.
Por su parte el principal compilador de la obra de Carlos Martínez Rivas, Pablo Centeno Gómez, dijo ayer que se reunió con el INC y que hasta ayer, oficialmente, le propusieron que hiciera la introducción a la obra suspendida.
Según Centeno, Morales le explicó que mandó otra comunicación al diario español para proponer que si no aceptaban al compilador, que se publicara la obra sin prólogo.
“Lo otro que él (Morales) espera es que se publique la obra sin prólogo, y otra propuesta es que yo haga el prólogo, pero la propuesta hecha por El País me parecía muy indicada; don Sergio Ramírez es una personalidad, su proyección internacional es amplia, su currículo cultural es estupendo”, dijo Centeno.
“A mí me ha interesado siempre apoyar la creación cultural, y más que todo la obra de un poeta que tanto tiempo se resistió a publicar como CMR, con una poesía que seguramente después de Rubén Darío es la mejor que tenemos en Nicaragua, y que yo me dediqué a compilar, de modo que para mí, la oportunidad que se pierde de que se conozca su extensa poesía, es una lástima para el patrimonio literario universal; ahora, que se publique con prólogo o sin prólogo, no es lo más importante, lo importante es que se publique y se dé a conocer más allá de nuestras fronteras”, dijo.
Más voces de condena
Mientras tanto, en Nicaragua las voces de condena contra la acción estatal de impedir la publicación de la obra con el escrito de Ramírez, se siguieron escuchando ayer, luego que el Centro Nicaragüense de Escritores se pronunciara contra lo que consideran una actitud de censura de parte del gobierno.
“El Centro Nicaragüense de Escritores, considerando que entre sus objetivos están la divulgación de la cultura nicaragüense y el estímulo y apoyo a los escritores, incluida la cooperación para la publicación de sus obras, rechaza y condena enérgicamente el veto que el gobierno de Nicaragua, por medio del Director del Instituto Nicaragüense de Cultura, hiciera a la publicación en España de la antología de nuestro grande escritor, Carlos Martínez Rivas, utilizando como pretexto que dicha antología fuese prologada por el prestigiado novelista nicaragüense, y miembro del CNE, Sergio Ramírez Mercado”, dice parte del comunicado.
“Con esta actitud, propia de los gobiernos autoritarios y antidemocráticos, el Gobierno de Nicaragua no sólo censura la palabra de Sergio Ramírez, sino que, lamentablemente, al impedir la divulgación internacional de la excelsa poesía de Carlos Martínez Rivas, también impide la divulgación de la cultura nicaragüense, y envía al mundo un rotundo mensaje en el que muestra y demuestra el estado de la libertad de expresión en Nicaragua”, dice el texto, firmado por Luis Rocha Urtecho, Presidente; Daisy Zamora, Vicepresidenta; Mario Urtecho, Secretario General; Porfirio García Romano, Tesorero, y Onofre Guevara López, Vocal.
(Publicado hoy en La Jornada)
Siempre que recuerdo la historia del novelista húngaro Sándor Márai, me parece acercar los pies al abismo. El gobierno estalinista de su patria prohibió la circulación de sus libros, y tampoco pudo ya publicar nada ni en los periódicos ni en las revistas, lo que significaba cortarle de un tajo certero la lengua y dejarlo mudo. Mudo y en el vacío, escribiendo para sí mismo, en la soledad, sin que sus palabras pudieran alcanzar ningún eco, además de que se encontraba ya encerrado dentro de su propio idioma, el húngaro, que nadie entendía más allá de las fronteras, un doble círculo de aislamiento, una doble reja. Entonces se fue al exilio, y sus libros, hoy traducidos a todos los idiomas y admirados universalmente, no se conocieron sino después de su trágica muerte en Estados Unidos.
He pensado otra vez en el infortunio de Sándor Márai, ahora que el gobierno de Nicaragua ha prohibido un prólogo mío a una antología de Carlos Martínez Rivas, el gran poeta nicaragüense tan desconocido, muerto hace diez años, que el diario El País de Madrid iba a publicar en un libro de edición masiva como parte de la serie de antologías de poetas hispanoamericanos que dirige José Manuel Caballero Bonald. Esta prohibición, que se basa en el hecho de que el gobierno de Nicaragua alega ser dueño de los derechos de autor de Martínez Rivas, fue rechazada tanto por El País como por Caballero Bonald, quien ha calificado el veto de acto de venganza política. Por tanto, el libro ya no será publicado.
Cuando Juan Cruz, periodista de El País, me enteró del caso en Guadalajara, donde yo asistía a la Feria Internacional del Libro para presentar mi nueva novela, El cielo llora por mí, sentí que mis pies rondaban el abismo de Sándor Márai. No importa el tamaño o la majestad del estalinismo. Puede ser un estalinismo de bolsillo, o un estalinismo tropical, o folclórico, en el que abundan los altares enflorados y los hechiceros de feria; pero si se trata de prohibir que la obra de un escritor se lea, las consecuencias son las mismas, y yo siento la lengua muy cerca del cuchillo que quiere cortármela.
Cuando Juan Cruz me pidió mi reacción, en lugar de responderle verbalmente preferí escribirle en una tarjeta lo que sentía, como quien satisface la necesidad de dejar constancia. Sentía, y siento, que la prohibición de que mi prólogo se publicara no era más que un comienzo, y que pronto, es una probabilidad cierta, se prohibiría también la circulación de mis libros en Nicaragua. ¿Debo esperar otra cosa?
Porque no se trata de un acto burocrático aislado, decidido por unos funcionarios de segunda, sino parte de toda una concepción del ejercicio del poder presidencial que no deja resquicios de disidencia y que no admite crítica de ninguna especie, porque la tolerancia no es parte de los valores que inspiran sus actos. A quienes protestan en las calles porque reclaman frente al fraude electoral practicado con todo descaro en las elecciones del pasado 9 de noviembre, se les reprime por medio de turbas armadas de palos y de piedras; a quienes se pronuncian en contra de los actos a veces impredecibles, y a veces no, del comandante Ortega y de su esposa, se les cubre de injurias y calumnias en los medios oficiales, lodo, escupitajos verbales, huevos podridos. A los que escribimos, se nos reprime con el silencio.
Pero no se trata solamente de mí, porque no soy el primero y desgraciadamente no seré el último. A Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy, que crearon la música de la revolución, se les niegan los derechos de autor sobre sus canciones, bajo el alegato estalinista, desaforado, de que esas canciones quien las compuso es el pueblo y ellos sólo fueron intermediarios, o amanuenses, de la inspiración popular. A Ernesto Cardenal, el poeta nicaragüense vivo más importante de Nicaragua, lo condenaron como culpable de injurias y calumnias en un juicio impostado. A Gioconda Belli, quien acaba de recibir el premio Sor Juana Inés de la Cruz en la Feria del Libro de Guadalajara, la enlodan todos los días con diatribas soeces que parecen brotar de manera interminable de un albañal rebalsado. Al periodista Carlos Fernando Chamorro, que denuncia con firmeza en su programa de televisión los actos de corrupción amparados en el poder, le echaron encima a unos fiscales que descerrajaron las puertas de sus oficinas, las tomaron por asalto y se llevaron secuestrados archivadores y computadoras, y no terminan de decidir qué clase de delitos van a inventarle para someterlo a juicio.
Triste amenaza la de cortarle la lengua a un escritor en un país de escritores, donde siempre ha reinado con majestad la poesía. Y al querer cortarme la lengua a mí se la cortan de paso a Carlos Martínez Rivas, que iba a ser conocido, por fin, por miles de miles de lectores en España.
No es sólo mi voz, ni mi lengua, ni son sólo mis libros, sin embargo. Es la voz y la lengua del país la que está en juego. Está en juego si Nicaragua será en adelante un país silencioso, de ciudadanos sometidos al miedo, o si será un país democrático, donde todo el mundo pueda expresarse, decir lo que quiere, en público y en privado, escribir sin miedo, salir a las calles a protestar sin temor a palos y pedradas. Un país donde el voto de los ciudadanos sea contado con transparencia, o un país donde la regla sean los fraudes electorales.
“Ningún gobierno puede arrogarse la potestad de vetar o prohibir la palabra de un escritor, y un acto semejante no puede calificarse sino de totalitario”, dice el manifiesto encabezado con las firmas de Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Fernando Savater, Tomás Eloy Martínez y Juan Gelman. Y librarnos del totalitarismo sólo será posible defendiendo la lengua del filo del cuchillo.
Voy a defender mi palabra con las palabras. La mía, y la palabra de los demás.
Masatepe, diciembre 2008.
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La explicación de Luis Morales- No le gusta el cuento… de Sergio Ramírez
- Admitió que no había leído el prólogo al non nato libro sobre poesía de Carlos Martínez Rivas * Sin embargo, ya lo había vetado, y ahora intenta que le hagan caso en España, publicando el libro después de tamaña censura
El prólogo que el escritor Sergio Ramírez Mercado había escrito para la publicación de la obra del poeta Carlos Martínez Rivas en el Diario El País de España, no había sido leído por las autoridades del Instituto Nicaragüense de Cultura (INC) antes de ser vetado.
Así lo confirmó ayer el director de Cultura, Luis Morales Alonso, quien adujo razones de estilo para no permitir el prólogo de Sergio Ramírez, pese a reconocer públicamente que lo leyó hasta ayer en la publicación especial del escrito Horno al Rojo Vivo, realizado por EL NUEVO DIARIO.
“Yo estoy esperando una respuesta del señor Julio Peña Alonso, director de recursos del Diario El País, donde yo le hice una comunicación donde el INC, que es el poseedor de los derechos de autor de CMR, hicimos una propuesta para que el prólogo lo hiciera el esteta y poeta nicaragüense, Pablo Centeno Gómez; yo aún no he recibido respuesta formal del diario, como funcionario del Estado de Nicaragua hice una comunicación formal y espero que en esa medida se me de una respuesta formal”, dijo inicialmente en entrevista al Canal 8 de televisión.
Un cuento para otro cuento
Cuando la presentadora Marisela Caldera le preguntó por qué no aceptaba el texto de Ramírez Mercado, Morales respondió que tenía sus consideraciones personales, y empezó a hacer una interpretación del citado prólogo, del cual dijo apenas lo había leído ayer en EL NUEVO DIARIO y que de paso, no le parecía adecuado.
“Yo hasta el día de hoy (ayer) leí el prólogo de Sergio Ramírez en EL NUEVO DIARIO, y me parece una pieza literaria de ficción, donde se mezclan asuntos biográficos con creaciones literarias, hay mucha ficción en esta obra, es como un cuento el que está presentando el doctor Ramírez”, dijo.
No le gustan los panaderos ni los taberneros
A continuación, Morales expresó que debía cambiarse el contenido del prólogo: “un prólogo creo yo que debe indicar de manera mucho más didáctica y mucho más educativa, al público sobre el autor al que se está refiriendo; yo conocí al poeta CMR, fui amigo de él también, y considero que hay asuntos que trata en este cuento el doctor Ramírez, de los que el poeta no estaría de acuerdo”, dijo sobre el poeta Martínez Rivas, quien murió en 1998, a los 74 años.
“No me gusta, por ejemplo, la figura literaria del panadero y el pan, a mí me parece que no está a la altura, es como que aquí se hiciera una ficción de Rubén Darío, y lo comparáramos con la figura de un tabernero, no sería respetuoso el tratamiento”, dijo, negando de antemano que la prohibición a Ramírez se debiera a asuntos políticos, por la abierta oposición del ex presidente Ramírez a las decisiones gubernamentales del presidente Daniel Ortega.
Pide declinar a Ramírez
“No creo que el doctor Ramírez esté opuesto a la proyección de la cultura, y yo más bien la haría la invitación a que decline a insistir en que se publique este trabajo de él, y que se publique la obra con otro prólogo”, insistió Morales.
Por su parte el principal compilador de la obra de Carlos Martínez Rivas, Pablo Centeno Gómez, dijo ayer que se reunió con el INC y que hasta ayer, oficialmente, le propusieron que hiciera la introducción a la obra suspendida.
Según Centeno, Morales le explicó que mandó otra comunicación al diario español para proponer que si no aceptaban al compilador, que se publicara la obra sin prólogo.
“Lo otro que él (Morales) espera es que se publique la obra sin prólogo, y otra propuesta es que yo haga el prólogo, pero la propuesta hecha por El País me parecía muy indicada; don Sergio Ramírez es una personalidad, su proyección internacional es amplia, su currículo cultural es estupendo”, dijo Centeno.
“A mí me ha interesado siempre apoyar la creación cultural, y más que todo la obra de un poeta que tanto tiempo se resistió a publicar como CMR, con una poesía que seguramente después de Rubén Darío es la mejor que tenemos en Nicaragua, y que yo me dediqué a compilar, de modo que para mí, la oportunidad que se pierde de que se conozca su extensa poesía, es una lástima para el patrimonio literario universal; ahora, que se publique con prólogo o sin prólogo, no es lo más importante, lo importante es que se publique y se dé a conocer más allá de nuestras fronteras”, dijo.
Más voces de condena
Mientras tanto, en Nicaragua las voces de condena contra la acción estatal de impedir la publicación de la obra con el escrito de Ramírez, se siguieron escuchando ayer, luego que el Centro Nicaragüense de Escritores se pronunciara contra lo que consideran una actitud de censura de parte del gobierno.
“El Centro Nicaragüense de Escritores, considerando que entre sus objetivos están la divulgación de la cultura nicaragüense y el estímulo y apoyo a los escritores, incluida la cooperación para la publicación de sus obras, rechaza y condena enérgicamente el veto que el gobierno de Nicaragua, por medio del Director del Instituto Nicaragüense de Cultura, hiciera a la publicación en España de la antología de nuestro grande escritor, Carlos Martínez Rivas, utilizando como pretexto que dicha antología fuese prologada por el prestigiado novelista nicaragüense, y miembro del CNE, Sergio Ramírez Mercado”, dice parte del comunicado.
“Con esta actitud, propia de los gobiernos autoritarios y antidemocráticos, el Gobierno de Nicaragua no sólo censura la palabra de Sergio Ramírez, sino que, lamentablemente, al impedir la divulgación internacional de la excelsa poesía de Carlos Martínez Rivas, también impide la divulgación de la cultura nicaragüense, y envía al mundo un rotundo mensaje en el que muestra y demuestra el estado de la libertad de expresión en Nicaragua”, dice el texto, firmado por Luis Rocha Urtecho, Presidente; Daisy Zamora, Vicepresidenta; Mario Urtecho, Secretario General; Porfirio García Romano, Tesorero, y Onofre Guevara López, Vocal.