Un día rompí un contrato y menos de tres horas después recibía un apretón de manos para lo mismo: la renta de un lugar para dormir.
Lo del contrato fue porque al momento de firmar me dieron uno que no incluía nada de lo que habíamos pactado. Y fue como en las películas: desgarré lentamente el papel. Seis veces para razones más dramáticas, dejando el confetti cuadrado en el escritorio. Son 50 pesos por hoja dijeron.
Lo del contrato-apretón se dio de manera accidental. Saliendo de la desafortunada firma, decepcionado luego de que llevaba ya meses siguiendo la pista a ese departamento, vi un anuncio escondido de Se Renta y un número. Minutos después tomaba café con el dueño. La noche siguiente ya dormía ahí.
En días pasados alguien de quien dejé de saber de su vida hace años me escribió que, si ya había encontrado lo que buscaba, me deseaba felicidades. Pensé gracias porque sí, buscaba un lugar donde dormir y ya, por fin. Pero también pensé que nunca he encontrado más que lo que he podido –como migrante de Rusiñol-; aunque esta vez con el departamento había encontrado, al menos, algo que quería con poesía y prosa y… nada es perfecto… una cucaracha muerta y una del doble de tamaño viva.
Y pensé en los contratos. Y en las promesas. Las promesas son contratos de papel –de 50 pesos- que rompen en confetti cuadrado… A veces toca ser arrendador y otras arrendatario. Y pensé en los anuncios de Se Renta que leemos no sólo en las ventanas sino en los rostros, que por algo nos dicen que llamemos y hagamos cita… o pasemos de largo… Y todo para que en un mundo de servicios cada quién ocupe el rincón que le espera y amueble como quiera… o pueda.
Lo del contrato fue porque al momento de firmar me dieron uno que no incluía nada de lo que habíamos pactado. Y fue como en las películas: desgarré lentamente el papel. Seis veces para razones más dramáticas, dejando el confetti cuadrado en el escritorio. Son 50 pesos por hoja dijeron.
Lo del contrato-apretón se dio de manera accidental. Saliendo de la desafortunada firma, decepcionado luego de que llevaba ya meses siguiendo la pista a ese departamento, vi un anuncio escondido de Se Renta y un número. Minutos después tomaba café con el dueño. La noche siguiente ya dormía ahí.
En días pasados alguien de quien dejé de saber de su vida hace años me escribió que, si ya había encontrado lo que buscaba, me deseaba felicidades. Pensé gracias porque sí, buscaba un lugar donde dormir y ya, por fin. Pero también pensé que nunca he encontrado más que lo que he podido –como migrante de Rusiñol-; aunque esta vez con el departamento había encontrado, al menos, algo que quería con poesía y prosa y… nada es perfecto… una cucaracha muerta y una del doble de tamaño viva.
Y pensé en los contratos. Y en las promesas. Las promesas son contratos de papel –de 50 pesos- que rompen en confetti cuadrado… A veces toca ser arrendador y otras arrendatario. Y pensé en los anuncios de Se Renta que leemos no sólo en las ventanas sino en los rostros, que por algo nos dicen que llamemos y hagamos cita… o pasemos de largo… Y todo para que en un mundo de servicios cada quién ocupe el rincón que le espera y amueble como quiera… o pueda.