Friday, July 10, 2009

Carta al otro lado del mundo, con tres botas plateadas...


(Este año publicó Evenfall; algún día se escribirá aquí algo coherente)
Acá la vida.
Me siento a verla pasar, tranquilamente aburrido. A veces felizmente aburrido. Pero ya me conoces. A veces la soledá abre la boca como el tiburón del póster de la peli que hace tiempo tenían en sus cuartos los adolescentes gringos. Ese blanco que se va a comer a la que esquia.
Muerde la soledá como tiburón.
Desde cama veo cómo lo empieza a comer y romper todo y todo vuela en astillas aunque la puerta a la calle sea de hierro y la pared de adobe. Incrustado en el techo, pienso que la habitación es ese submarino ruso que me apasiona, el Kursk (y que últimamente he recordado no sé por qué) y la soledá el agua que entra por la ventanita y por la puerta que tiene un espacio abajo por donde también caben grillos –o bichos-. El Kursk que desde que se hundió ha dejado su periscopio en mis sienes... y sabes que un comandante alcanzó a escribir esta nota antes de morir, en un papelito que encontraron cuando pudieron sacar el submarino?:
“Todos los tripulantes de los compartimientos sexto, séptimo y octavo, pasaron al noveno. Hay 23 personas aquí. Tomamos esa decisión como consecuencia del accidente. Ninguno de nosotros puede subir a la superficie. Escribo a ciegas”.
Sí; ya lo sabes porque seguro ya te lo había dicho.
Y así como el comandante también escribo pero en vez de notas parecen cartas suicidas. Entonces mejor me pongo de pie salgo a la calle y dejo de fumar compulsivamente: 'ahora mientras me siento a ver los autos pasar, no me estoy fumando el cigarro que fumo cuando veo los autos pasar'; 'ahora que ya tengo café para sentarme a ver los autos pasar, no me estoy fumando el cigarro que fumo cuando tengo café para sentarme a ver los autos pasar'. Y sólo veo los autos pasar.
Ya el día que sigue, puede empezar con otra actitud.
En el trabajo seguimos haciendo política y no cultura. Aunque eso quizá es como en todos lados. En ATLUCANOC ni siquiera política se hacía. Aquí al menos algo aprendo aunque no se me dé reírme de los chistes malos de mis jefes o no sepa para qué sirva hacer política. Qué? es para que tus hijos tengan un patio donde pasee un perrito mientras el espersor riega los rosales? para que llegues al restaurante famoso y la gente diga tu nombre y te lleve lo acostumbrado a tu mesa acostumbrada? para brillar en sociedad?
Todo mundo trabajamos en fachadas, tapaderas de algo más. Aquí nuestra tapadera es la cultura pero no: hacemos política. Y es un madrazo saberlo. Ya después sólo caminas como zombi y te sientas feliz o tranquilamente aburrido a ver los autos pasar mientras compulsivamente piensas los cigarros que no te estás fumando.

Cuando llegué pensé que la casa-oficina-porfiriana tenía dentro aire sin alquitrán en sus ventanas pasillos espacios. Ya me dirás lo que siempre dijiste, que el mundo funciona así que ya no me cierre... Pero son las cosas que pienso cuando estoy en cama y cuando la soledá muerde como tiburón blanco.
Y a un tiburón blanco no se le puede cazar a menos que tengas equipo para ello. Yo sólo tengo una cama que a veces se hunde como alfombra de Trainspotting; un techo alto donde pega incienso; una puerta de hierro a veces con a veces sin bichos; una habitación-submarino ruso llena de agua; un niño en el patio que aveces hace filigranas con el haki.
Y una lista de teléfonos oxidada cuyos números empiezan con 55 cuando aquí lo que rifa es el 33.
Fuera de eso, todo bien.
Pero no me escribas letritas azules y oscuras que el del submarino soy yo: que el tiburón muerde pero no mata; y que el haki es buen ejercicio y si además pones música te vas a galaxias cuyos teléfonos en las agendas no empiezan con 33 ni 55 ni 622 sino el signo infinito.
Que no decaiga; sí?
Un beso un abrazo las palabras que nadan en el charco de lluvia, se suben al techo, caminan y corren nomás porque sí y porque no...
Y tres botas plateadas para dar voladoras a esas momias distancia y tiempo. Y soledá. Rífese como el Santo: de todos modos mi mano ya se estira. Nomás hace falta chocarla, Tierra.
Tres botas plateadas por si pierdes una.