Ahora que han tristemente recordado hasta cierto extremo -aunque bueno, al fin y al cabo fue una tragedia- los ataques del 11 de septiembre, recordé el texto con el que empecé a escribir -para cada viernes- una especie de columna que enviaba a mis amigos. No le cambio nada, de la misma forma en que las imágenes de los ataques -desafortunadamente- no han cambiado nada y siguen siendo, fuertemente, así de impactantes.
CENIZAS
Estamos tan acostumbrados a los conflictos que a estas alturas sólo una masacre puede estimular sentimientos de agotamiento. Necesita ser una masacre para que el mundo, ya no occidental ni oriental sino todo el mundo, se ponga a tono con el ser humano. Y en esta inercia de humanidad Putin ha brindado su apoyo a Bush, motivo que me dio gusto al saber realmente terminada la guerra fría, hasta que Bush afirmó que ahora enfrenta a un enemigo diferente. Y tiene razón, se me olvidaba que la paz es innecesaria cuando se vive en guerra.
Ayer la ceniza de los edificios se asentó como una astilla en mis ojos: hoy, unos minutos después de despertar exijo el diario para saber si todavía sigo vivo (no vaya a ser), y apenas abrirlo me explotan en la cara las letras impactadas, derrumbadas, incendiadas, muertas: más de 10 mil almas, cuando uno sabe, como ha dicho Mandela, que un sólo muerto es demasiado; como ha dicho Mendiluce, no importa quién haga no importa qué: ha muerto un hombre.
Sabemos que la guerra es un negocio pero no por eso debemos acostumbrarnos a ella.
Y mientras las torres del mundo desarrollado estadounidense (aunque no civilizado) caen, un señor regala pasteles y los niños ríen y bailan en las calles de un mundo subdesarrollado palestino (aunque no civilizado). La explicación es una pregunta fría para Estados Unidos (¿qué se siente?), emparejada con una infinita tristeza palestina que el mundo olvida siempre, aunque las desgracias de ellos aparezcan en los diarios (por lo general en fotos de sepelios de cajas pequeñas).
¿Qué sería del mundo si se diera la misma cobertura a los conflictos en España, en Turquía, en Israel, en Palestina, en Irlanda... cada que muera una persona? ¿Qué sería si Aznar dice ‘ha sido un ataque para todos nosotros’ cada que muera una persona? ¿Qué sería si Portugal decreta dos días de duelo cada que muera una persona? ¿Qué sería si gobiernos centroamericanos declaran duelo nacional cada que muera una persona?
No hace falta secuestrar aviones y estrellarlos para que a uno le dé mala conciencia, vergüenza y soledad, vivir en este mundo: Por ejemplo, un terrorista disfrazado de vicepresidente de Guatemala secuestró palabras, las envió, dentro de un Boeing 767 de American Airlines, y estrelló en la humanidad de un niño debilitado por el hambre: ‘pero si estás gordito y bien que caminas’, le dijo a la criatura quien escuchó esas palabras como se escucha de cerca una explosión. El niño cayó como una torre norte de Nueva York después del impacto.
Y muy adentro de personas, en cada rincón, caen torres más altas y el mundo cierra el día con cadáveres que aún mueven una mano de entre sus propios escombros pidiendo ayuda de vuelta a casa. Nadie cubre la noticia, nadie los ve; pero el terrorismo está en todos lados.
La cuestión será cuánto tiempo durará la ceniza de esas torres en nuestros ojos. No hace falta tener una guerra mundial para tener miedo.
Duele; astilla. Pero estoy seguro que en unos años no será así; y no soy negativo sino determinante. No será necesario contemplar espectáculos de esta violencia para conmoverse y mandar un sentimiento de unión por todo el universo, estoy seguro: a esas alturas el hombre, completamente, se habrá autoexiliado de esta tierra. No habrá quién muera... o a quién molesten las cenizas... (11sep01)
CENIZAS
Estamos tan acostumbrados a los conflictos que a estas alturas sólo una masacre puede estimular sentimientos de agotamiento. Necesita ser una masacre para que el mundo, ya no occidental ni oriental sino todo el mundo, se ponga a tono con el ser humano. Y en esta inercia de humanidad Putin ha brindado su apoyo a Bush, motivo que me dio gusto al saber realmente terminada la guerra fría, hasta que Bush afirmó que ahora enfrenta a un enemigo diferente. Y tiene razón, se me olvidaba que la paz es innecesaria cuando se vive en guerra.
Ayer la ceniza de los edificios se asentó como una astilla en mis ojos: hoy, unos minutos después de despertar exijo el diario para saber si todavía sigo vivo (no vaya a ser), y apenas abrirlo me explotan en la cara las letras impactadas, derrumbadas, incendiadas, muertas: más de 10 mil almas, cuando uno sabe, como ha dicho Mandela, que un sólo muerto es demasiado; como ha dicho Mendiluce, no importa quién haga no importa qué: ha muerto un hombre.
Sabemos que la guerra es un negocio pero no por eso debemos acostumbrarnos a ella.
Y mientras las torres del mundo desarrollado estadounidense (aunque no civilizado) caen, un señor regala pasteles y los niños ríen y bailan en las calles de un mundo subdesarrollado palestino (aunque no civilizado). La explicación es una pregunta fría para Estados Unidos (¿qué se siente?), emparejada con una infinita tristeza palestina que el mundo olvida siempre, aunque las desgracias de ellos aparezcan en los diarios (por lo general en fotos de sepelios de cajas pequeñas).
¿Qué sería del mundo si se diera la misma cobertura a los conflictos en España, en Turquía, en Israel, en Palestina, en Irlanda... cada que muera una persona? ¿Qué sería si Aznar dice ‘ha sido un ataque para todos nosotros’ cada que muera una persona? ¿Qué sería si Portugal decreta dos días de duelo cada que muera una persona? ¿Qué sería si gobiernos centroamericanos declaran duelo nacional cada que muera una persona?
No hace falta secuestrar aviones y estrellarlos para que a uno le dé mala conciencia, vergüenza y soledad, vivir en este mundo: Por ejemplo, un terrorista disfrazado de vicepresidente de Guatemala secuestró palabras, las envió, dentro de un Boeing 767 de American Airlines, y estrelló en la humanidad de un niño debilitado por el hambre: ‘pero si estás gordito y bien que caminas’, le dijo a la criatura quien escuchó esas palabras como se escucha de cerca una explosión. El niño cayó como una torre norte de Nueva York después del impacto.
Y muy adentro de personas, en cada rincón, caen torres más altas y el mundo cierra el día con cadáveres que aún mueven una mano de entre sus propios escombros pidiendo ayuda de vuelta a casa. Nadie cubre la noticia, nadie los ve; pero el terrorismo está en todos lados.
La cuestión será cuánto tiempo durará la ceniza de esas torres en nuestros ojos. No hace falta tener una guerra mundial para tener miedo.
Duele; astilla. Pero estoy seguro que en unos años no será así; y no soy negativo sino determinante. No será necesario contemplar espectáculos de esta violencia para conmoverse y mandar un sentimiento de unión por todo el universo, estoy seguro: a esas alturas el hombre, completamente, se habrá autoexiliado de esta tierra. No habrá quién muera... o a quién molesten las cenizas... (11sep01)